Por Carlos Trejo Serrano
La creatividad de su oficio la llevan en la sangre, lo que les permite a más de 300 familias de la “Ciudad de los dioses” trabajar la obsidiana, una piedra de herencia prehispánica, y convertirla en singulares piezas artesanales.
De padres a hijos y nietos se transmite esta labor. Lo mismo dueños de los talleres que empleados, mujeres y jóvenes dedican gran parte de sus días a labrar este vidrio volcánico, cuyas características -brillo, color y dureza- resaltan de otras.
Todos son talentosos y es un arte que, dice Ernesto Rojas, traen en “los genes” por herencia de quienes fundaron Teotihuacán, una ciudad prehispánica muy importante de Mesoamérica por su desarrollo cultural, artístico, religioso, político y social.
“Es una riqueza sumamente importante que no hemos dejado de explotar, desde aquellos tiempos y hasta hoy”, expone el integrante de la Cooperativa Artesanal de Santa María Coatlán.
Comentó en entrevista que este sitio arqueológico, localizado al noroeste de la Ciudad de México, fungió como un importante centro de abastecimiento de obsidiana porque no había metales y la ocupaban para elaborar instrumentos y armas, como navajas, cuchillos, flechas y espejos.
Desde entonces, indica, la roca volcánica ha sido base de la economía de muchas familias de los municipios cercanos en el Estado de México. “De ahí la relevancia de conservar esa tradición a través de tantas generaciones”, reitera el artesano.
Obras reconocidas
Luz Romero, directora de Fomento Artesanal de Teotihuacán, apunta que en el municipio hay todavía más de 300 familias dedicadas a esa labor artesanal y, por ello, cada año reconocen su talento al exhibir sus obras en la Feria Internacional de la Obsidiana.
En su edición 43, que se llevó a cabo del 17 al 21 de marzo, participaron más de 120 de creadores que usan este material y como invitados especiales estuvieron Ecuador y Cholula, Puebla, municipio que cuenta con la distinción de Pueblo Mágico.
Así, 62 artesanos, con 100 piezas compitieron este año para ser reconocidos por lograr la mejor creación hecha con obsidiana y otras piedras.
El brillo de sus obras lo mismo deslumbra en los alrededores de la “Ciudad de los dioses” que en los estados sureste del país, principalmente en aquellos que atraen más turismo, porque ahí es donde también las ponen a la venta, puntualiza Romero.
Para Alfonso Muñoz Cruz, quien heredó el taller de esa cooperativa de su abuelo y papá, el turismo moviliza gran parte de las artesanías teotihuacanas porque ha evolucionado de muchas formas.
“Los tiempos cambiaron. Antes, en los años 80, llegaban bastantes ciudadanos estadounidenses a comprar las piezas prehispánicas, pero en la década de los 90 y 2000 ocurrió algo diferente, porque nos visitaron europeos, españoles, italianos, franceses y alemanes”, ejemplificó.
Menciona que hoy en día son más turistas provenientes de Centroamérica, China y Rusia, quienes de manera especial piden ciertos objetos. “Ellos saben que en otros países es difícil encontrar esculturas elaboradas con piedras duras, como obsidiana, cuarzo, jade y venturina”, recalca.
Muñoz Cruz recuerda que de este taller salieron las piezas -calendario azteca, caballero jaguar y cargador del tiempo- que el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila Villegas, llevó a El Vaticano.
“Nos sentimos orgullosos por ser talladores de piedra y artesanos”, enfatiza, al tiempo que remarca: “por la calidad que tenemos no hay fronteras ni distinción a países; es nuestro trabajo y la herencia que nos dejó la cultura de Teotihuacán”.
Artesanías que enorgullecen
Solo basta con extraer mirar y tocar la piedra para hacer maravillas. En este lugar, que también alberga una gran galería (tienda), pueden apreciarse incontables figuras representativas de las culturas precolombinas de Mesoamérica -Olmeca, Teotihuacán, Zapoteca, Tolteca, Azteca y Maya-.
En sus exhibidores hay desde una canica de dos centímetros hasta piezas de dos o más metros de altura. Todas lucen en uno a la combinación de los colores de las piedras: negro, marrón, dorada y arcoíris.
El señor Ernesto Rojas explica que la obsidiana es un vidrio volcánico y rica en minerales, lo cual permite apreciarse en diferentes tonalidades que son transparentes, translúcidas, brillantes, reflejantes.
“Todo dependerá de la profundidad de donde se extraigan”, acotó el artesano, quien explica en las minas son más comunes encontrar las rocas color negro y marrón, pues hallar tonalidades claras es más complicado porque debe excavarse más.
Asevera que en los cerros de los alrededores de Teotihuacán todavía es posible extraer la obsidiana de algunas minas, aunque -comenta la funcionaria del ayuntamiento- otras personas optan por traerla de Hidalgo y Jalisco.
Pero después de tenerla en las manos, indica, lo primero es trabajarla y darle forma con un cincel. Es necesario pasarla por una piedra de diamante para acentuar los detalles y en seguida es pulida con bandas de algodón o lana, un proceso que se repite al hacer una pasta con su mismo polvo.
“La piedra es en sí misma brillante y, con esta técnica, puede obtenerse es propiedad natural. En realidad, la obsidiana no es muy cara, adquiere su valor por los días que le dedicamos a cada artesanía”, añade.
Hay figuras que demandan dos horas para su elaboración y otras que tardan meses desde la adquisición de la roca. Otras requieren mayor tiempo por la cantidad de pequeñas lajas que llevan incrustadas, como si de un rompecabezas se tratara.