El inigualable Centro Histórico de la Ciudad de México, junto con Xochimilco, del que hablaremos en la siguiente entrega, encabezan la lista de lugares con Valor Universal Excepcional de México. La “Ciudad de los Palacios”, como era conocida en la época Novohispana tiene el Centro Histórico más grande y emblemático de toda América Latina y por su gran riqueza cultural, majestuosa arquitectura y su formidable historia, desde la época prehispánica a la actual vida moderna, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) le dio reconocimiento como Patrimonio Cultural de la Humanidad en el año de 1987 y la Unión de Ciudades Capitales de Iberoamérica (UCCI) la nombró Capital Iberoamericana de la Cultura en el 2010.
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El Centro Histórico de la Ciudad de México fue la cuna de la gran civilización Azteca (1325), funcionó como capital de este Imperio, hasta la llegada de los españoles. Los vestigios que se conservan y testimonios de los españoles llegados a Tenochtitlan, dan muestra del modo de vida que se llevaba en la ciudad y cómo es que los aztecas lograron hacer un diseño de ciudad moderna y excepcional para la época, rodeada de lagos, con canales, islas artificiales y múltiples templos, viviendas y fortalezas.
El Templo Mayor es uno de los mejores hallazgos arqueológicos de la épica época de la Gran Tenochtitlan. Con la conquista española se construyó una nueva ciudad por encima de las ruinas prehispánicas, siendo sede de los poderes del Virreinato de la Nueva España. Fue diseñada siguiendo el modelo de las ciudades europeas, con trazos de las calles en cuadrantes, y una plaza en cuadro al centro como punto estratégico de reunión entre iglesia, sede de gobierno y casa del gobernante, en este caso, el Virrey; pero también se sustentó en la estructura de la capital azteca, con materiales de construcción que los indígenas dominaban y por supuesto, construida con mano de obra indígena.
La arquitectura de la Nueva España se caracteriza por sus tintes religiosos, muestra de ello son la gran cantidad de iglesias y conventos construidos. La Catedral y el Templo de La Profesa, El templo de la Enseñanza, El Colegio de San Ildefonso, El Colegio de las Vizcaínas y El Palacio de Minería son principales ejemplos de su exquisita arquitectura de finales del siglo XIX.
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Con la Independencia de México y la Revolución Mexicana surgieron cambios relevantes en la ciudad, pero sin haber afectado su estructura general y su integridad funcional: la centralidad política, económica y religiosa. La separación Iglesia-Estado dio como resultado la desaparición de la mayoría de los conventos y la expropiación de templos, para ser utilizados como inmuebles de servicio público y museos, también se recuperaron monumentos coloniales y ruinas de la civilización azteca.
Durante el mandato de Porfirio Díaz, la ciudad adquirió un estilo afrancesado, mismo que se puede apreciar- específicamente en el Centro Histórico- en construcciones como el Palacio de Bellas Artes, el Hemiciclo a Juárez, la remodelada Alameda Central y las primeras tiendas departamentales.
Con el descubrimiento del monolito de la Coyolxauhqui (Diosa de la Luna) en 1978, se desarrolló por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) un plan nombrado “Proyecto Templo Mayor” que buscó la recuperación integral del Centro Histórico, rescatando por igual, calles, edificios, monumentos y toda la infraestructura que actualmente hacen del Zócalo capitalino uno de los principales destinos turísticos a nivel mundial.
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El centro de la metrópoli es rico en puntos culturales que van desde galerías de arte muy pequeñas, hasta de artistas reconocidos mundialmente; museos , teatros, centros culturales, monumentos históricos y artísticos, así como puntos de esparcimiento y diversión de todo tipo, restaurantes con una gastronomía típica mexicana e internacional, todo tipo de hospedaje y un atractivo diferente para cada persona que visita la Ciudad.