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La leyenda del tlacuache que se robó el fuego

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La leyenda del tlacuache afirma que fue él quien le trajo el fuego a los hombres en la época prehispánica

El tlacuache es un animal muy conocido en todo el territorio de nuestro país; pues es el único marsupial originario de México. Generalmente, se le reconoce por su característica cualidad de hacerse el muerto cuando siente peligro. Además, son animales omnívoros; y se sabe que son resistentes al veneno de la víbora de cascabel. Al ser un animal tan importante; no es sorpresa que se encuentre presente en las leyendas prehispánicas de nuestro país. Por eso, el día de hoy te traemos una historia náhuatl: la leyenda del tlacuache que se robó el fuego.

Se dice que todo inició una noche en la que un asteroide cayó a la tierra, aún en llamas. Los gigantes, que en ese entonces coexistían con los humanos; llegaron primero y pusieron guardias alrededor de la fogata que se había formado, para que los humanos no pudieran alcanzarla. Así, se dividieron y formaron grupos encargados de cortar y transportar leña para alimentar al fuego y que no se apagara. Los jaguares se unieron a los defensores del fuego, por lo que nadie podía acercarse.

Después de mucho tiempo de intentar conseguir un poco, los humanos se rindieron. Los animales, frustrados al ver que los humanos no lograban vencer a los gigantes; decidieron intervenir. Así que se pusieron de acuerdo y trataron de tomar un poco del fuego para ofrecérselos a los humanos. Sin embargo, ninguno lo lograba.

Un buen día, el tlacuache se ofreció para intentarlo. Aunque los demás animales se burlaron, él, decidido, se acercó a los gigantes; y una vez a su lado, se hizo un ovillo y permaneció por días junto a la fogata. Pasadas un par de noches; el tlacuache ya sabía en qué momento se iban a dormir y cuáles eran sus puntos débiles.

Alrededor de la cuarta o quinta noche, el tlacuache se desenrolló. Sigiloso, metió su colita al fuego; y además, robó una de las brasas para llevárselas a los hombres. Echó a correr en silencio; pero el jaguar detectó el olor a pelaje quemado y lo persiguió. Al darle alcance, no solo le apagó la brasa que había tomado; sino que lo maltrató de tal manera que pensó que lo había dejado sin vida,

Una vez satisfecho con su labor; el jaguar volvió a su puesto de vigilancia. Sin embargo, en cuanto desapareció; el tlacuachese levantó y echó a correr hacia donde habitaban los hombres.

En cuanto llegó a ellos, el pobre tlacuache desenroscó su cola; donde, milagrosamente, la llama seguía aún viva. De inmediato, se encargó de colocarla cerca de un trozo de madera, para que la flama creciera.

Se dice que por eso, desde entonces los tlacuaches traen la cola pelada; como homenaje al gran sacrificio que hizo aquél que se robó el fuego para dárselo a los humanos. Tanto los zapotecos, los habitantes de Teotihuacán, y prácticamente todas las culturas tienen evidencia de haber convivido con estos pequeños marsupiales; quienes han variado muy poco desde aquélla época hasta nuestros días.

Si te gustó la leyenda del tlacuache, te invitamos a leer una sobre el colibrí; o sobre el ajolote, una creatura endémica de México que se encuentra en peligro de extinción.