Romper la piñata es uno de los momentos más esperados por niños, jóvenes y grandes en las fiestas decembrinas, sobre todo entre el 16 y el 24, temporada de posadas.
Pero, ¿quién inventó las piñatas?
Según investigaciones y documentos sobre su origen, se cree que las piñatas provienen de China; donde rellenaban de semillas la figura de un animal, la rompían y luego la quemaban porque se creía que sus cenizas traían buena suerte. Todo como parte del ritual para celebrar el año nuevo chino.
Entre el siglo XII y XIII, en Italia se adoptó la piñata con un sentido más religioso, específicamente durante la cuaresma. Se acostumbraba regalar una olla llena de regalos a las personas. Posteriormente llegó a España, y serían ellos quienes la trajeran a nuestro país, en donde encontraron una costumbre similar. Dentro de la cultura maya había un juego que consistía en vendarse los ojos, intentar colgar una cuerda con una olla de barro llena de cacao y tratar de romperla.
¿Entonces no son mexicanas?
Un lugar conocido como la cuna de la piñata es Acolman, ubicado en el Estado de México. Se dice que la primera piñata se elaboró hace más de 400 años en el monasterio de la región por Fray Diego de Soria, de quien existe una estatua en el sitio. La tradición en Acolman es tan grande, que cada año nos sorprende con su Feria de la Piñata. Poco a poco tomó gran popularidad y se convirtió en un referente cultural de nuestro país. Tanto así, que se organizan muestras y concursos. ¿Sabías que México ganó el récord por la piñata más grande del mundo en el 2015?
Los simbolismos
La tradición llegó a la Nueva España como una forma de evangelización y representaría la lucha del hombre contra sus propias pasiones. La piñata simboliza al pecado y por eso es que se elabora con papeles brillantes, porque el camino de la tentación es bastante llamativo. La forma más tradicional es la de siete picos, que representan los siete pecados capitales: ira, lujuria, envidia, gula, pereza, envidia y soberbia.
El palo también tiene un significado, es la virtud divina y el evangelio con el que combatimos al mal. Mientras que vendarse los ojos recuerda la fe ciega en que Dios guiará tus movimientos para derrotar al pecado… y romper la piñata. Este momento es uno de los más divertidos, porque, además, hay un ritual para complicar aún más el objetivo: darle vueltas a la persona hasta marearla (una buena táctica para que dure más tiempo la piñata).
A partir de aquí, la persona tendrá que saber distinguir entre las voces que le dan indicaciones para saber dónde está la piñata y los demás tendrán que cuidarse de recibir un buen golpe.
Después de pegarle duro al diablo y al pecado, finalmente se rompe la piñata y caen a montones dulces de todo tipo y frutas: tejocotes, jícamas, mandarinas, cañas de azúcar y cacahuates. Todos ellos representan la felicidad que recibimos como recompensa al vencer el mal.
¡Pero la tradición de romper la piñata no es la misma sin las canciones populares!
Sabes que se aproxima el momento al escuchar: “No quiero oro, ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata”. Después de que se hace la fila para pasar, en cada uno de los turnos se debe cantar: “Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino. Ya le diste una, ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó”. Claro, esta canción puede acelerarse si es que no quieres que se rompa antes de tiempo.
Para aquellos que no pudieron romper la piñata en su turno, tendrán que ser fuertes y soportar el: “Ese niño(a) es muy tonto(a), es muy tonto(a), se parece a su papá (o mamá)”, sólo hay que tener cuidado de no herir susceptibilidades.
Una copla que ya casi no se escucha, pero se canta entre cada turno para amenizar el rato (sobre todo con los niños) es la de: “la piñata tiene caca, tiene caca, cacahuates de a montón”.
Las piñatas también pueden encontrarse con 5 picos o ser de otras figuras alusivas a la temporada navideña. Hay de todos los tamaños y con miles de diseños. Elaboradas con cartón, globos cubiertos de engrudo y papel periódico o decorarse con flores.
¡¿Quién diría que una olla cubierta de papeles se convertiría en una hermosa y divertidísima tradición mexicana?!