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La leyenda del maquech: la princesa maya y el guerrero

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Las leyendas mayas abarcan desde sucesos sobrenaturales hasta la existencia de algunos animales y las costumbres que se relacionaron a ellos; y una de las más famosas es la leyenda del maquech

Las historias mayas cuentan diversos sucesos importantes en la historia de su amplio territorio. Entre ellas, por supuesto, no pueden faltar las historias de amor; como aquélla en dónde un pueblo entero sigue a su príncipe y a la princesa que eligió, para desaparecer juntos en las profundidades del mayab. Sin embargo; algunas no tienen un desenlace tan afortunado. Un buen ejemplo de ello es la leyenda del maquech.

Cuenta la leyenda que, en la ciudad de Yachilán vivió una princesa cuyo nombre era Cuzán. Su padre, apenas tuvo oportunidad, arregló el matrimonio de la joven con un príncipe de un pueblo vecino. Sin embargo, el gobernante ignoraba que su hija había conocido a un guerrero de entre sus súbditos. Tras un período de miradas a lo lejos y de intentos fallidos; finalmente la princesa y el guerrero se juraron amor eterno bajo una ceiba, el árbol sagrado.

Por supuesto, al enterarse de esto el padre de Cuzán, se puso furioso. Más allá de la desobediencia; la unión de su hija representaba una alianza que él deseaba concretar. Por ello, para hacer valer su autoridad, mandó castigar al joven guerrero.

Sin embargo, tras las súplicas de Cuzán, el gobernante tomó una decisión. Después de pedirle a su hija que se retirara; mandó traer al hechicero que le servía personalmente.

Tras un par de horas; Cuzán fue llamada; y al no distinguir más que a su padre y al hechicero, temió lo peor. Sin embargo; ambos hombres se acercaron a ella y le entregaron un pequeño escarabajo: al haber querido castigarlo, sin hacerle daño, el padre de Cuzán pidió que lo transformaran en un insecto.

La princesa, aliviada, se llevó al escarabajo y comenzó a llamarlo maquech; que significa eres hombre. Se dice que pasó toda la vida junto a él; llevándolo prendido de una cadena y alimentándolo para mantenerlo con vida. Con el tiempo, otras mujeres mayas comenzaron a tener sus propios escarabajos, costumbre que fue decayendo tras la llegada de los españoles.

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