Hace 16 años empecé a trabajar de taxista porque no me gusta estar encerrado en una oficina todo el día, a mí lo que me gusta es andar en la calle, conocer nuevos lugares, y la ciudad me la sé de pies a cabeza. Al principio no me gustaba porque había mucho tránsito vehicular, al llegar a casa sentía los pies hinchados y me dolía muchísimo la cabeza. ¡Poco tiempo después, simplemente me acostumbré!
He tenido tres “patrones”, nunca he querido tener un taxi propio porque tengo otro trabajo los fines de semana. El primer carro que agarré era un bocho, creo que por esa razón eran mis dolores, era un carro muy incómodo y el dueño era un “cochino”, yo lo trabajaba medio tiempo y cuando me lo dejaba, el carro simplemente apestaba. Con ese anduve como 2 años. De ahí un amigo que era dueño de unos coches me ofreció irme con él, aquel coche estaba en mejores condiciones, y por supuesto acepté.
“No le hablo a la gente si va callada”, cuando alguien se sube y no me hace la plática yo voy callado. Creo que es incómodo que si vienen en sus cosas, uno empiece la plática de la nada importunando. Pero cuando me platican algo les sigo, he escuchado millones de historias, conocido gente importante que se sube nada más porque ese día no tenían chofer, yo creo.
La experiencia más, no sé ni cómo decirlo, que me ha marcado arriba del taxi, fue cuando me secuestraron como tres horas durante el día. Era temprano, como las 8 de la mañana cuando un adulto (hombre) y dos adolescentes (un hombre y una mujer) me hicieron la parada. Al principio no pensé en subirlos, tenían mala facha, pero estaba empezando la mañana, y creí que los adolescentes eran inofensivos.
Cuando se subieron, tres cuadras después sacaron sus armas y me pasaron al asiento trasero, al suelo para ser exacto, me quitaron el reloj que traía, el celular, y me pasearon como 3 horas, entre ellos iban platicando, no recuerdo qué tanto se decían. Me amenazaron con pasarme a la cajuela, en ese momento fue cuando pensé que me iban a matar. Yo lo único que hacía, porque es lo que debes hacer, es darles por su lado, no les dije que me bajaran del taxi, ni que se llevaran el carro. Parecía que estaban drogados y les seguí la corriente. Cosa que dio resultado.
Al poco rato me soltaron, se llevaron mi cartera, mi reloj, mi celular y el dinero que traía en la marimba. ¡Fue todo! Y me quedé gracias a Dios con el susto.
No denuncié ni dije nada porque en mi cartera iba mi credencial de elector, para qué me metía en más problemas si me dejaron ir. Estuve asustado un par de semanas, pero eso no me detuvo para seguir trabajando.
Mi familia es mi motor, por eso me levanto todos los días a las 6 de la mañana para agarrar el pasaje de las señoras que llevan a sus hijos a la escuela. Después hago un corte a las 10 de la mañana para ir a almorzar a la casa y echarme una pestañita. De ahí le sigo hasta masomenos como las 6 de la tarde, ya no me expongo por lo que me pasó. Creo que en la noche uno está en más peligro de ser asaltado.
Conozco toda la Ciudad, escucho miles de historias, y así es este trabajo… ¡No quiero dejar de trabajar, porque aún estoy joven y para qué, no haría nada en la casa si estoy encerrado todo el día! Ya después me jubilaré, pero por ahora disfruto mi trabajo.
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