El rebozo, esta majestuosa prenda representativa de las mujeres surgió de la necesidad de cubrir sus hombros y cabeza para poder entrar a los templos, y está inspirado de la mantilla española utilizada por las mujeres para cubrirse la cabeza dentro de la iglesia y de las tucas que impusieron los frailes a las indígenas, así lo narra la obra Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, del fraile dominico Diego Durán.
Las mujeres ya acostumbraban a hilar con huso o malacate, un instrumento de varas para tejer lana, algodón blanco y el de color couyebe, y el ixtle con el que hacían el ayate para transportar sus mercancías. Así que los tejedores aprovechando el telar que ya utilizaban empezaron a tejer rebozos de algodón y más adelante de seda y lana. Su uso se hizo popular en el siglo XVI, lo utilizaron primero las mujeres mestizas y después las mulatas e indígenas.
Artesanos elaborando un rebozo.
Manta de mil colores
Existen varios nombres para denominar a esta prenda, las indígenas lo llamaban ciua nequeatlapacholoni, que quiere decir “como toca de mujer o cosa semejante”, para los Otomíes era mini-mahue refiriéndose a chal o rebozo, y los de Huayapan, Morelos lo llamaban cenzotl, palabra derivada del náhuatl, cenzotlmatilmantli que quiere decir “manta de mil colores”.
En el siglo XVIII, era un accesorio de la vestimenta femenina. Hay de diferentes texturas, de todos los colores, diseños y acabados, llamados repacejos o puntas, y son de tres tamaños, el normal mide 3.60 metros, el mediano 2.80 metros y el chico 2.20 metros. El rebozo se volvió parte de nuestra cultura y tradición mexicana, las soldaderas o adelitas lo portaron con orgullo durante la Revolución Mexicana. Al igual Frida Kahlo lo convirtió en un icono a través de sus pinturas y autorretratos portándolo siempre.
Formas de uso común
Su uso ha sido variado, mientras damas de alta sociedad lo utilizaban dentro de sus casas, las mujeres de los pueblos no salen sin él, todavía lo podemos apreciar cuando visitamos alguno de estos bellos pueblos, siempre van a misa con su rebozo al igual que en los novenarios, sobre todo las mujeres de edad adulta, que tienen uno para uso cotidiano y otro para alguna ocasión especial.
De igual manera, sirve para abrigar y proteger a los bebés como una cuna, las mamás pueden seguir con sus actividades porque son muy resistentes. Como un accesorio de la feminidad transmite personalidad para el coqueteo, y es utilizado en los bailes típicos como símbolo de fiesta. En las bodas chiapanecas, la mujer porta su rebozo tejido con plumas, la tradición dice que así será hogareña como la gallina y no abandonara su hogar.
“Rebozo, rebozo de Santa María, mestizas que bailan llenas de alboroto” la canción “Aires del Mayab”, hace referencia a este poblado de San Luis Potosí como “La cuna del rebozo”, hace dos años fue declarado patrimonio cultural intangible del estado.
En Santa María del Río, se siguen elaborando estas hermosas piezas de manera tradicional, no utilizan máquinas industrializadas, para conservar la calidad y el estilo único que los distingue. Los precios varían, un rebozo de algodón cuesta $800 pesos aproximadamente, y uno de seda puede llegar a costar $5 mil pesos, ya que en su elaboración participan 12 personas. Se dice que éstos llegan a pasar a través de un anillo, ¡increíble!
Así el rebozo alberga en la vida mexicana, no podemos dejar de apreciar esta pieza llena de tradición que se ha convertido en la prenda más conocida en el mundo.
Con información de El Rebozo