Para los mexicas las serpientes eran criaturas únicas y sagradas; por lo que les tenían un profundo culto. Esta cultura consideraba a la serpiente como una criatura hábil y audaz. Así como un símbolo religioso importante de fertilidad y la relacionaban con el agua por sus movimientos. Además, creían que podían unir el inframundo con el agua y el cielo.
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Inclusive, en su cultura muchas deidades tomaban la forma de serpiente, como Quetzalcóatl, quien se representa como una serpiente emplumada. Otro ejemplo es Coatlicue (la que tiene su falda de serpientes), quien era la madre de todos los dioses. Y Huitzilopochtli, el dios de la guerra, empuñó en su mano un arma conocida como Xiuhcóatl, la serpiente de fuego.
La serpiente de malos augurios
Existe un personaje mitológico que no es tan famoso como los anteriores, pero no deja de ser importante. Se trata de una serpiente de dos cabezas que lleva el nombre de Maquizcoatl.
Se cree que esta criatura de largos y filosos colmillos tenía la otra cabeza donde debería de estar la cola. Y quien se la encontraba debía colocarla en su brazo. Se dice que en su estado normal sus cuatro ojos miraban hacia la eternidad pero cuando llegara a tornarse agresiva, era capaz de devorarse a sí misma. Por lo que ambas cabezas se enfrentaban en un duelo a muerte.

Además como no era común encontrarla, se le relacionaba con la elite, para otros significaban una señal de mal augurio.
La escultura
Podemos saber más de ella gracias a la escultura que data entre los años 1.400 d. C. y 1.521 d. C., aproximadamente. Incluso, se cree que estuvo en manos del mismo Moctezuma II. Y que era usado como pectoral.
La escultura de Maquizcoatl es una serpiente de forma ondulada y está hecha en madera de cedro y concha de ostra espinosa. Y, en cada extremo hay una cabeza de las que resaltan los enormes colmillos hechos de concha que contrastan con los detalles en rojo. El mosaico de turquesa cubre todo el frente de la pieza.
Actualmente, esta escultura se encuentra en el Museo Británico de Londres.