¿Te has detenido a observar la variedad de flores que brotan en época de primavera y adornan las calles de la Ciudad? Seguro una de las que más recuerdas son las jacarandas.
Estás hermosas flores que año con año inundan el paisaje tienen un origen bastante interesante. Todo inició cuando el presidente Pascual Ortiz Rubio en su corta estancia (1930-1932) pidió al gobierno japonés varios cerezos como símbolo de unión entre ambos países. Sin embargo, El Ministerio de Japón le pidió consejos a un emigrante que residía en México para ver qué tan viable era plantar ese tipo de árboles en tierra mexicana.
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El emigrante explicó a ambos gobiernos que la floración del cerezo era poco probable que ocurriera. Debido a que se requería un cambió mucho más brusco de temperatura entre el invierno y la primavera. Lo que la Ciudad de México no experimentaba. Al final la propuesta fue desechada.
Consejero sabio
El consejero se trataba de Matsumoto Tatsugoro, emigrante japonés que llegó a América Latina en un periodo de turbulencia política. De hecho, llegó un año antes de la primera emigración masiva de pioneros japoneses a Chiapas en el año de 1897.
Antes de establecerse en México, Matsumoto había visitado otros países como Perú y Brasil, en este último introdujo la jacaranda y la desarrollo con éxito en sus viveros. Cabe destacar que Matsumoto no era un simple jardinero. Pues en su país natal se graduó como ueki-shi. Es decir, paisajista arquitectónico, actividad que gozaba de renombre y reconocimiento desde la era Muromachi.
Al estabilizarse la situación política después del enfrentamiento armado que vivió México, Matsumoto recomendó al presidente Álvaro Obregón (1920-1924) plantar en las principales avenidas de la Ciudad de México árboles de jacaranda que Tatsugoro había introducido desde Brasil. Las condiciones climatológicas de la ciudad eran las adecuadas para que al inicio de la primavera el árbol floreciera.
Además Tatsugotro consideró que la flor duraría más tiempo, que en su lugar natal, ante la ausencia de lluvia en la Ciudad de México durante esa temporada. De nueva cuenta la opinión de Matsumoto fue certera, el árbol de jacaranda floreció y se extendió en toda la Ciudad de México, al grado de considerarse flor nativa. Gracias a su visión hoy en día podemos deleitarnos de nuestro propio hanami (tradición japonesa de observar la belleza de las flores cada primavera).