Te contamos la historia detrás de este platillo y su relación con el día de la Candelaria.
Los tamales son tradición en nuestro país. Sin importar la temporada, todos nos hemos detenido en alguna banqueta, atraídos por su característico aroma. No pueden faltar en los cumpleaños, día de muertos o Navidad. Además, existe una fecha en que la celebración gira en torno a ellos: el día de la candelaria.
El origen de esta costumbre, que cierra el tan llamado maratón de festividades y, por qué negarlo, platillos irresistibles; se remonta a la época de la conquista, en donde dos celebraciones de diferentes pueblos se hicieron coincidir.
Por un lado, el día de la Candelaria celebra la presentación del niño Jesús en el templo, cuarenta días después de Navidad. Por el otro, en el calendario azteca esta fecha marca el primer día del segundo mes del año. Debido a esto, los tamales resultaron perfectos para la ocasión, pues están hecho a base de maíz, un ingrediente fundamental entonces.
Aunque todos los pobladores podían comer tamales, se sabe que se reservaban para las celebraciones por su elaborada preparación. Actualmente existen infinidad de maneras de prepararlos, que varían según su sabor, relleno y envoltura.
En la ciudad es común encontrar sabores como el de gansito, Carlos V, o elote. Igualmente son muy populares las tortas de tamal o guajolotas, sobre todo por las mañanas.
Existen variedades características de ciertas zonas, como el zacahuil. Este consiste en la incorporación de masa, manteca de cerdo, chile chino y chile cascabel. Se rellena con pollo o guajolote, y se envuelve en una hoja de plátano.
También son conocidos los canarios, de harina de arroz; o las corundas michoacanas, tradicionalmente triangulares y envueltas en hojas de carrizo o del tallo del maíz.
En cualquier presentación, es innegable que los tamales son parte escencial de la gastronomía mexicana, ya sea que te haya tocado el muñeco en la rosca, estés celebrando, o simplemente decidas ceder ante el antojo y desayunar unos.