¿Cómo terminaste en este lugar? Con gente tan variada, ‘Godínez, obreros, parejas, chavo-rucos que peregrinan por otras cantinas. Cantando con hombres despechados. Acaparando a los mariachis. Degustando los guisos del día, uno tras otro, además de las botanas que ya te acabaste. Echándote uno, dos, tres, cuatro tragos. Contándole a un extraño tus problemas. Hablando con los meseros como si fueran tus amigos. Volteas alrededor y todos parecen… felices. Complacidos, satisfechos. No hay prejuicios. Los problemas se quedaron tres tragos atrás.
El ambiente es tan familiar, no quieres irte aunque lleves horas ahí. Una cosa es segura, vas a volver con tus amigos, tus hermanos o solo. Es oficial, has encontrado tu cantina favorita.
¿Te gustaría encontrar otras? Antes de recomendarte algunas, primero te contaremos un poco de la historia de estos rústicos y emblemáticos lugares de la ciudad de México.
Cuando México y Estados Unidos estaban en guerra por el territorio de Texas de 1846 a 1848, aparecieron este tipo de establecimientos donde los soldados podían ahogar sus penas con alcohol. A mediados del siglo XIX ya había 11 cantinas oficiales, y desde entonces se fueron multiplicando por todo México hasta el presente.
Un 2 de febrero de 1872, en la calle Moneda número 2 casi esquina con la Plaza de Armas, la cantina El nivel obtuvo la primeria licencia de funcionamiento, bajo el régimen del Presidente Sebastián Lerdo de Tejada. Desde ese día hasta el 2008, estuvo abierta para políticos, artistas, escritores, trabajadores y cualquiera que quisiera probar su famoso trago ‘Patada de Mula’, que consistía en dos copas de tequila blanco, un golpe de ron, cerveza negra de barril y el jugo de medio limón, porque en una cantina te encontrarás cualquier remedio para el mal… y el bien.
Antes las cantinas tenían cierto aire de exclusividad, se prohibía la entrada a perros, mujeres, mendigos y uniformados. Recuerdas esa escena de Nosotros los Nobles cuando Bárbara entra como mesera a la cantina y le empiezan a lanzar limones y a gritar. Básicamente así era. Fue hasta 1982 cuando el entonces presidente José López Portillo permitió la entrada de las mujeres, lo cual no fue tan bien recibido y un problema porque no había baño para mujeres.
Afortunadamente ahora ya todos pueden entrar a una cantina sin problema. Si no sabes nada de cantinas y quieres aprender, hay recorridos por las calles del centro en los que un guía te explicará su historia y te llevará a diferentes establecimientos. Hay tours que se ajustan perfectamente a tu bolsillo y otros más completos. Elige el más conveniente para ti y que no te deje con ganas de visitar más.
Ahora que si tienes tu grupo de amigos y juntos quieren descubrir cantinas sin guía de nadie. Aquí te van las más conocidas, viejas y nuevas.
Bar la Ópera
Abierto desde 1876. Inicialmente era una pastelería muy nice pero cambio su giro a algo más accesible. Su estilo francés te dejará enamorado. La gente lo visita porque se dice que la bala en el techo pertenece a Pancho Villa.
La Faena
Antes era el Museo Taurino, lo que explica los carteles y pinturas de corridas de toros. Los meseros son bastante amables y con gusto te contarán una historia. El contraste de los candelabros y las mesas de plástico hacen una muy buena combinación para pasar un buen rato.
El Gallo de Oro
Abierto desde 1874, te dejará satisfecho con el menú que tiene. Y los fines de semana hay buffet. Este lugar con historia sí sabe como tener a sus comensales felices. Aquí asistían poetas, toreros y políticos.
El Tío Pepe
Es una cantina también de 1874, y aunque diga que no se permiten las mujeres, es más historia que verdad.
La Peninsular
Es otra cantina viejísima, desde 1878. No es tan turística pero qué importa. Se ha mantenido hasta ahorita y eso es de sorprenderse.
La Reforma
Y ahora que se acerca el aniversario del fallecimiento de Juan Gabriel y quieres hacer un tour de cantinas memorable, puedes darte una vuelta por La Reforma. La comida y el servicio son buenísimos y el señor que hace el show de Juanga es muy divertido, si quieres te dejará cantar y dedicar canciones.
Ahí está, opciones tienes. Y si te gustan otras, recomiéndalas sin miedo. Sabemos que nos faltaron muchísimas que valen la pena conocer para dejarnos conquistar por sus encantos y tradición.