Por Ashlei Espinoza Rodríguez. Enviada
En este momento, en algún lugar del mundo, una persona lleva puesto un par de sandalias, tenis o botas de “Ndavaa”, el colectivo de artesanos indígenas de Oaxaca que convierte la riqueza textil del estado, en la perfecta compañía en el andar de los días.
Desde San Dionisio Ocotepec, municipio ubicado en la zona centro del estado, surgen los zapatos que han maravillado a países como Estados Unidos, España Israel, Alemania y Bélgica, gracias a su originalidad y diseño artesanal que utiliza textiles tradicionales oaxaqueños.
Sin embargo, a pesar del éxito que tienen en otros países y en ferias artesanales dentro de México, el mayor orgullo de este colectivo encabezado por la mujeres de la familia García, Graciela y Clara, es el haber hecho sinergia con comunidades indígenas de las ocho regiones del estado, creando así una cadena de comercio justo.
Las cuales elaboran los textiles que han de vestir las sandalias, tenis y botines que crea Ndavaa, palabra en lengua zapoteca del Valle que significa “mi sandalia”.
Al respecto, la fundadora y artesana, Graciela García García, platicó que ellas colaboran con artesanos de comunidades como San Antonino, San Dionisio del Mar, San José del Progreso, Teotitlán del Valle, Santa Ana del Valle e inclusive con bordadoras de Yucatán.
“Tenemos una gama de textiles artesanales donde cada comunidad imprime sus sentimientos, por eso tenemos esta maravillosa diversidad. A las artesanas se les da la materia prima para que creen los bordados, con esto creamos una cadena de comercio justo, donde es valorada cada parte del trabajo”, dijo.
Este trabajo ha hecho que el colectivo sea acreedor del sello de la Comisión Nacional de Pueblos Indígena (CDI) “Manos Indígenas Calidad Mexicana” el cual es un símbolo distintivo de los grupos indígenas que elaboran artesanías en beneficio de su comunidad, de acuerdo a la página de internet del organismo.
Como toda historia de éxito, el inicio no fue fácil para la familia García, ya que la vida les tenía preparado un reto que a base de mucho esfuerzo, pudieron superar.
Con el orgullo de quién tuvo la capacidad de salir adelante de la dura adversidad, Clara, madre de Graciela, recordó el duro motivo que dio inició a este largo camino de más de 12 años.
“Nosotros trabajábamos el curtimiento del cuero para hacer huarache típico, pero por 1988, con la llegada del sintético, el huarache chino y la inmigración, pues fueron cayendo las ventas y mi esposo dio servicio en el pueblo tres años y cuando salió pues me dijo que no había dinero y que se iba para Estados Unidos.
“Entonces, mis hijas le dijeron que ellas dejaban la escuela y se iban en su lugar para que él reiniciará el trabajo con el taller, pero él les contestó que no, que ellas tenían que estudiar para ser alguien en la vida y tener una profesión, pero pasó el tiempo y mis hijas comenzaron a diseñar unas sandalias”, comentó.
Fue aquí cuando Graciela y sus tres hermanas, pusieron manos a la obra y haciendo gala de su magnífica creatividad, hicieron tres pares de zapatos que fueron a vender un domingo en el mercado de Tlacolula, ¿el resultado? Un éxito rotundo.
“En la noche llegan mis hijas felices y me dicen ‘mami mami ¿qué crees? Ya vendimos nuestro huarache. Al principio el puesto vecino se burlaba de nuestras sandalias, pero al ratito llegó una diseñadora y le encantó nuestro huarache'”, recordó emocionada la orgullosa madre.
Desde entonces y hasta el día de hoy, el colectivo Ndavaa ha llevado su calzado a ferias nacionales e internacionales como en la Ciudad de México y en Israel, donde sus productos son muy bien acogidos. Asimismo, han trabajado en colaboración con marcas estadunidenses y españolas.
En cuanto a la elaboración de las sandalias, el calzado que más han fabricado a lo largo de los años y del cual cuentan con más de 250 prototipos, Clara explicó que los primeros en intervenir en su creación son su esposo e hijo quienes se dedican a curtir el cuero de res que se utiliza para la plantilla del huarache.
De ahí se lleva el cuero a una maquina cortadora que corta las plantillas de acuerdo al número de tamaño del pie. Posteriormente, de acuerdo al diseño que se vaya a realizar, se realizan unas pequeñas cortadas a la suela por donde pasará el textil que la va a decorar.
Una vez hecho esto, se coloca en una máquina que aplasta la plantilla de cuero para estirarla y dejarla lo más lisa posible.
Para finalizar, las mujeres García junto a otras jóvenes del pueblo, combinan los coloridos textiles con diversos diseños geométricos, flores y bordados que elaboraron los artesanos. Se le coloca la suela, y listo, se tiene una sandalia realizada de manera artesanal.
Por su parte, los tenis que han tenido un éxito rotundo en el mercado, están diseñados también con textiles oaxaqueños y su suela está elaborada con PVC reciclado.
A pesar del éxito que han tenido con sus diseños originales e innovadores, al platicar con ambas mujeres, es notoria su majestuosa humildad de carácter que encanta a todos sus clientes, pues ellas son las encargadas de transmitir el agradecimiento de las comunidades indígenas que colaboran en el colectivo.
“Nuestro objetivo es que muchas comunidades se integren, que cambien su forma de vivir. Ser artesano no significa ser pobre, por el contrario ser artesano significa que podemos tener calidad y calidez en la vida, este es el sueño que yo tengo”, puntualizó con una enorme sonrisa en su rostro, la valiente y trabajadora Graciela.