El cacao era un símbolo de abundancia para la cultura prehispánica. Los Olmecas fueron los primeros en cultivar el árbol en el año 1500 A.C. Y desde entonces molían sus semillas, que al mezclarlas con agua saboreaban la delicia de esta bebida. Así nació el Agua de Barranca.
Consideraban que era un regalo de los dioses que sólo podían beber las personas de élite. Con el paso del tiempo, esta semilla llegó a los Mayas y Aztecas, porque era utilizada como moneda, o como pieza de truque.
De Tlaxcala para el mundo
Así llegó hasta Tlaxcala, en donde sólo la podían tomar los dioses de los Cuatro Señoríos: Tlaxcallan, Ocotelulco, Tizatlán, y Quiahuiztlán. También era una ofrenda para su diosa del maíz tierno Xilonen.
Este regalo prehispánico perdura en Zacatelco, municipio de Tlaxcala. En donde las mujeres tienen la misión de conservar y seguir heredando su receta. Ya sea Agua de Barranca, Cacahuatole, bebida o atole del cacao, son algunos de los nombres que recibe esta preparación que refresca el alma. Y que tiene como ingrediente principal el cacao.
Los ingredientes que dan vida a esta tradicional bebida son: maíz, haba, cacao, anís y canela. Primero se ponen a dorar y después todos son molidos hasta tener una consistencia de masa.
Se coloca en grandes cazuelas de barro, con agua, hielo y azúcar. Se bate (igual que un atole) con un molinillo hasta que se hace espumosa. Es por eso le llamaron ‘agua de barranca’ porque es similar al agua que corren de los barrancos.
Tradicionalmente es servida en unas vasijas o jícaras, son muy refrescantes en épocas de calor. En la explanada de Zacatelco y sus alrededores siempre encuentras a mujeres vendiendo este elixir, que es parte fundamental de sus vidas.
En 2014, este estado nombró al agua de barranca como Patrimonio Cultural Inmaterial, para seguir preservándola y valorar su preparación artesanal que la envuelve.