El ajolote o axolotl, en lengua náhuatl, es conocido por ser una de las especies endémicas más antiguas y sorprendentes de nuestro país. Su papel en la historia es igual de interesante. Pues para algunas culturas como la azteca, el ajolote tenía un vínculo directo con la creación del sol, la luna y la fundación de México Tenochtitlán.
Además, esta especie nativa tiene la capacidad de regenerar órganos, músculos, huesos y extremidades por sí mismo, el ajolote tiene un genoma de 32 mil millones de pares de bases de ADN. Es decir, es uno de los más complejos que existen hasta el momento, tan sólo basta con decir que es 10 veces más grande y complejo que el del ser humano.
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Un estudió que salvará vidas
Pero eso no es todo, una reciente investigación realizada por Félix Recillas, director del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, está apunto de descubrir toda la secuencia de ADN del ajolote. Lo cual podría ayudar en la medicina regenerativa, y combatir enfermedades crónicas terminales relacionadas con el cáncer y hasta retrasar el envejecimiento.
“Se trata de trechos de fragmentos de ADN idénticos repetidos cientos de miles de veces. Una composición de genoma muy particular en donde hay poca densidad de genes. Y por ello, entender su organización fue todo un reto”.
Félix Rencillas
Ajolote, un extraordinario modelo de estudio en biología
Entre todas las características propias del ajolote, se encontró que su ADN goza de una enorme cantidad de secuencias repetidas. Las cuales, desde tiempos históricos son importantes para la evolución de las especies. El investigador piensa, que son estas secuencias repetidas las que podrían tener una gran influencia en la regeneración de tejidos.
Si bien es imposible que el genoma del ajolote regenere miembros humanos, según la investigación podría aplicarse en los tejidos de las personas.
Por último, el científico recalcó que este estudio podrá contribuir a conocer más sobre la fisiología de varios procesos celulares. Los cuales, podrían adaptarse a diferentes métodos medicinales debido a su larga vida y que la tasa de formación de tumores cancerígenos es muy baja.
Con información de Gaceta UNAM