El achoque es un anfibio del grupo de las salamandras, pertenece a la familia ambistoma dumerilii. Es otra especie de ajolote sólo que endémica del Lago de Pátzcuaro y nosotros estamos más familiarizados con el axolotl de Xochimilco. Ambos tienen la capacidad de regenerar sus miembros e incluso órganos internos cuando son deteriorados.
Al igual, estas dos especies son ancestrales. El axolotl era apreciado por los aztecas; y el achoque destaco en la mitología purépecha. Ellos lo conocen como achójki.
Su leyenda nos narra que:
Hace muchos años hubo un dios muy malvado. Siempre presumía y hacía cosas malas a los hombres y a los dioses. Entonces los dioses decidieron deshacerse de él. Lo enviarían al inframundo para que de ahí no pudiese salir y jamás volviera a molestarlos. Sin que se dieran cuenta, el dios los escuchó y en la peregrinación de los aztecas a la tierra prometida pasaron por el lago de Pátzcuaro. Entonces decidió esconderse ahí para que no lo encontraran y fue así cómo surgió el achoque.
El Achójki como alimento y medicina
A este pequeña criatura se les asocia con propiedades curativas, pues desde la época prehispánica es empleada como medicina. En el Monasterio de María Inmaculada de la Salud, las monjas dominicas preparan desde hace más de un siglo un jarabe de achoque para la tos. Sirve para enfermedades respiratorias como asma y neumonía. Además tiene alto contenido energético que revitaliza y reconstruye el sistema inmune.
A las mujeres se les da en caldo después del parto, esto para que se alivien más rápido y les ayude durante la lactancia. Se prepara con jitomate, cilantro, cebolla y ajo. Se pone a hervir el agua a fuego lento para al final agregar el achoque acompañado de verduras y así libere su vitamina.
También lo cocinan como pescado. Puede ir dorado en aceite con ajo y cebolla acompañado de una salsa picante.
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En peligro
Lamentablemente esta especie enigmática ha disminuido en la zona que habitaban, gracias a la contaminación, la explotación de recursos del lago y la introducción de peces predadores como la lobina negra, la mojarra, la carpa de Israel y la carpa herbívora, los cuales han provocado que este anfibio no pueda alimentarse y se encuentre cerca de la extinción.
Las monjas al rescate
Es por eso que en el monasterio de la Inmaculada, desde el año 2000, las hermanas han resguardado este anfibio. Han criado en cautiverio al achoque y cuentan con la población más viable, ya que están menos expuestos a patógenos extraños.
Fueron guiadas en su misión por el fraile biólogo Gerardo Guerra, quien les dio la información necesaria. También acondicionaron un área del convento con peceras, ventilación, luz adecuada para las crías, un sistema de filtración y oxigenación de agua, medicamentos y material de curación.
Este criadero está registrado como una Unidad de Manejo Ambiental (UMA) ante la SEMARNAT bajo el nombre de Jimbani erandi, que en purépecha significa ‘nuevo amanecer’.
De acuerdo con Sor Ofelia Morales Francisco, quién lleva 18 años trabajando en la protección del ambistoma dumerilii, aprendieron a reproducirlos uniendo un macho con tres hembras, que llegan a poner entre 300 y 400 huevecillos.
Con pequeñas redes sacan los huevos de la pecera, los cuentan uno a uno e identifican a la hembra madre y la separan para cuidar la genética. Así han alcanzado la capacidad de población máxima del acuario con 300 individuos. Una parte de ellos son donados a las universidades y otros son sacrificados para hacer los jarabes.
La esperanza de preservar al achoque
La superiora agregó que el Lago de Pátzcuaro no es ideal para recibir a los achoques reproducidos en cautiverio. María Esther Quintero, subcoordinadora de Especies Prioritarias de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) dice que las religiosas representan ‘la esperanza más grande’ para conservar esta especie de salamandras.
Igual menciona que si se eliminan las especies invasoras como la carpa (al menos del norte del lago), el achójki, podría volver a su lugar de origen.
Una vez más nos emociona que haya tanta generosidad y amor por cuidar a los animalitos mexicanos en peligro. En esta ocasión las monjas nos demuestran que la religión no está peleada con la ciencia porque juntas están beneficiando a la naturaleza. Aplaudimos su gran trabajo y dedicación para preservar por mucho tiempo más a este mítico ser.
Con información de AFP