Del segundo debate es difícil sacar una conclusión interesante, ninguno de los candidatos logró sacarle el provecho deseado a este nuevo formato que presentó el INE y resulta muy difícil señalar cuál de los cuatro ganó el domingo. No hubo ninguna propuesta estrella, ni un golpe de efecto que cambiara la percepción de los votantes y esto se ha notado sobre todo en el post debate, pues ninguno ha podido capitalizar su actuación.
Una de las sensaciones que dejó el debate es que no sabemos cuál será la política internacional de país durante el próximo sexenio, las propuestas sobre cuál será la posición de cada uno de los candidatos respecto al Tratado de Libre Comercio brillaron por su ausencia, la mayoría se limitó a atacar a Tump y explicar cuál sería su relación con él una vez en la presidencia, pero simplemente parecían ideas al aire. No hubo una mención clara sobre qué va a pasar con los migrantes y cuál será la política que se va a impulsar desde el gobierno para luchar por los derechos de estos.
Los candidatos no nos sorprendieron, volvieron a actuar como todo el mundo sabía que lo harían. Anaya haciendo su papel de buen orador, al ataque y haciéndose “dueño” del escenario. Meade se vio un poco más liberado, se notaba que preparó mucho mejor este debate, pero tiene un gran problema y es que a la opinión pública le cuesta mucho trabajo creerle. López Obrador modificó un poco su actitud respecto al anterior debate, siguió con su estrategia de no engancharse en discusiones y hablar más de la cuenta, sin embargo, en esta ocasión sí contestó a algunos ataques medio intentando defenderse. Por su parte “El Bronco” siguió con su postura, ser ocurrente, tratando de atacar a todos, por momentos parecía que quería ser más moderador que candidato.
Quizás lo peor fue el bajo nivel mostrado, las propuestas fueron escasas y muy superficiales, no se explicó cómo piensan llevarlas a cabo, pero lo más preocupante fueron los ataques, descalificaciones e “insultos” que se profirieron durante todo el debate, muchos de ellos rayando en el mal gusto. Es probable que sea parte de su estrategia, pero creo que los ciudadanos nos merecemos ver debates de mayor calidad en una contienda tan importante como esta, en donde realmente se discutan políticas, se muestren las propuestas y cómo se llevarán a cabo, un debate en el cual se conteste a las preguntas y no sea necesario que los moderadores acorralen a los candidatos para obtener las respuestas.
Con toda seguridad este debate no servirá para que los votantes cambien de opinión respecto a sus preferencias para el 1 de julio, es más, es probable que se afiance la idea de que se va a tener que votar por el menos malo de todos, al cual quizás no se le concedería el beneficio de la duda si existiera alguna otra alternativa más interesante. Llevamos dos debates de los cuales se han sacado pocas conclusiones, no han servido para conocer los proyectos de país que tienen los candidatos, ni para modificar las intenciones de votos y aquí surge la duda, visto lo visto ¿hace falta un tercer debate?
Este texto pertenece a nuestra sección de Opinión y refleja la visión del autor, no necesariamente el punto de vista de Más México