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Julián Carrillo, creador del “infinito” musical

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Julián Carrillo, el venerable de la música mexicana, ha consagrado su vida a escudriñar un insospechado mundo microtonal. Ha deshecho y vuelto a construir nuestra escala cromática, tanto que nos sentimos tentados a llamarlo el desintegrador del átomo musical, sólo que este nombre no basta por sí solo para dar idea del maravilloso mundo emocional que ha descubierto”.

The New York Times, 1963.

Julián Carrillo fue uno de los grandes maestros y creadores de la música mexicana. Desafortunadamente su trabajo es uno de los más infravalorados de toda la historia, hecho del todo incomprensible dado que su aportación a la música ha sido una de las más importantes a nivel mundial ¿Conoces a este asombroso músico mexicano? Te invitamos a descubrir un poco de la vida y la obra de Julián Carrillo:

¿Quién fue Julián Carrillo?

 

Julián Carrillo Trujillo nació el 28 de enero de 1875 en la comunidad de Ahualulco, cabecera del municipio homónimo del estado de San Luis Potosí; se crio en el seno de una familia de origen indígena ¡Y era el menor de 19 hermanos! Desde muy temprana edad se hicieron evidentes las dotes musicales de Julián, quien antes de los 10 años fue enviado a la capital del estado para estudiar música de manera formal y para 1895 ya había ingresado como aprendiz de violinista al Conservatorio Nacional de Música en la Ciudad de México.

En ese mismo año, tras haber estudiado además Física y Matemáticas, comenzó a trabajar sobre una teoría previa llamada la “Ley de Divisiones de Cuerdas”, cuyo argumento era que al dividir una cuerda en dos, tres o más segmentos, se conseguirían tonos derivados del tono original (lo que los músicos conocen como octavas, quintas, séptimas, etc.). Sus primeros experimentos arrojaron resultados fascinantes: es bien conocido que después de un “Do” sigue un “Re” y que entre ellos hay un medio tono, pero Julián Carrillo descubrió que existen muchos más “microtonos” entre uno y otro. A este estudio lo nombró “Sonido 13”, del cual hablaremos un poco más adelante.

 

 

Cuatro años después, ofreció un concierto al que asistió el presidente de la República, Don Porfirio Díaz en persona, quien asombrado por el talento de Julián Carrillo, lo becó para continuar sus estudios en el Conservatorio Real de Música de Leipzig, Alemania (hoy Escuela Superior de Música y Teatro). Es entonces que Carrillo arrasa en toda Europa: fue violín primero de la Orquesta del Conservatorio de Leipzig, ganó el primer lugar en el Concurso Internacional de Violín, organizado por el Real Conservatorio de la ciudad de Gante, Bélgica, y su propuesta para renombrar algunas notas fue aclamada en el Congreso Internacional de Música, en París ¡Todo en tan sólo cinco años!

 

 

A su regreso a México, en 1904, además de los honores bien merecidos, Julián Carrillo fue nombrado profesor del Conservatorio Nacional de Música y, poco tiempo después, promovido a director del mismo. Diez años después, en plena Revolución, se trasladó a Nueva York. Fue aquí donde hizo pública su teoría del “Sonido 13”, ampliamente difundida (y aplaudida) por la prensa y el gremio musical estadounidense, así como una “introducción” a ésta, donde refutaba y corregía ¡Ni más ni menos que a los clásicos como Bach y Mozart!

Nuevamente en México, es nombrado director de la Orquesta Sinfónica Nacional, que entonces alcanzó su época de máximo esplendor gracias a la impecable calidad que Julián Carrillo exigía –y que sólo él podía exigir- a sus músicos. Durante los años siguientes, fundó la Orquesta Sinfónica del Sonido 13 –cuyo instrumental entero estaba afinado en microtonos-, se dedicó a construir y modificar instrumentos ajustándolos a las exigencias microtonales de su “Sonido 13” (guitarras, flautas y una amplísima variedad de pianos y arpas con la capacidad de producir hasta dieciseisavos de tono), y continuó publicando sus investigaciones, como la “Revolución del Sonido 13”, así como recibiendo galardones, como el Gran Premio de la Música de América Latina 1960 en París.

 

 

Sonido 13: ¿Infinito musical?

Hasta el 13 de julio de 1895, los principales exponentes de la teoría musical habían asegurado que el ciclo de la música estaba integrado por 12 sonidos, es decir, por las siete notas que desde niños conocemos más cinco semitonos. Aquel día, Julián Carrillo realizó un sencillo experimento que rompería con esta convención clásica: así como algunas décadas más tarde lograrían dividir el átomo, en 1895 el músico potosino consiguió dividir un tono en dieciséis partes con tan sólo pulsar una cuerda de su violín con el filo de una navaja, logrando distinguir 16 tonos entre “Sol” y “La”. Fue así que nació el “Sonido 13”, que revolucionaría para siempre el mundo de la música.

 

 

Cuando Julián Carrillo logró dividir cada tono en otros “microtonos”, no pasó mucho tiempo antes de descubrir que cada fracción de tono se podía seguir dividiendo prácticamente hasta el infinito: simplemente de “Do” a “Do” consiguió percibir más de 4 mil sonidos diferentes, e inclusive el mismo Carrillo aseguró que llegó a obtener ¡Cerca de 4 millones de microtonos! ¿Increíble, no? Naturalmente, el oído humano no está hecho para percibir tantos sonidos, pero no nos detengamos en esto por ahora: lo realmente importante es que, como mexicanos, sepamos que la contribución de Julián Carrillo al mundo y a la música es simplemente invaluable.

 

Te invitamos a escuchar el Preludio No. 3 “Plenilunio en Tepepan”, de Julián Carrillo y su Sonido 13:

 

Datos curiosos

  • En 1928, en el 33° Aniversario del experimento del que resultaría el “Sonido 13”, el Congreso Estatal de San Luis Potosí, declaró el 13 de Julio como Fiesta del Estado.
  • En 1932, el pueblo de Ahualulco adoptó el nombre de “Ahualulco del Sonido 13”, haciendo honor a la obra del maestro Carrillo.
  • Fue condecorado con la Placa de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania, máxima presea otorgada a las personas más destacadas de la política, la economía y la cultura.
  • Fue nombrado Caballero de la Legión de Honor por el gobierno francés, máxima distinción en lo civil y lo militar a nacionales y extranjeros por su labor en pos del bien de la humanidad.
  • Salvo por el patrocinio de Porfirio Díaz, Julián Carrillo nunca contó con el apoyo del gobierno mexicano, por lo que casi siempre tuvo que buscar el sustento para sus proyectos por sus propios medios.