El origen de nuestros astros tiene muchas versiones, pero sin duda, una de las más extraordinarias proviene de nuestras raíces prehispánicas. Se trata de la leyenda del Quinto Sol.
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Los mexicas y su legado sagrado
Los mexicas creían en una mitología basta y diversa que explicaba distintos fenómenos. Tales como la creación del mundo, el universo y la humanidad.
Dentro de esta leyenda, la pirámide de Teotihuacán tiene un papel fundamental. Y, por eso se configuró como el punto más importante para los sacrificios, relatos y adoraciones.
Sin embargo, de todo el vestigio teórico que se conserva de esta pirámide, existe un texto que sobresale ampliamente por narrar el origen de la vida, del calor y de otros elementos importantes para generar la vida.
La leyenda del Quinto Sol
La leyenda dice que todos los dioses se reunieron en Teotihuacán y ocuparon sus sito en torno al fuego divino. Este lugar era un espacio sagrado en donde ardía la llama del fuego durante cuatro días consecutivos. Así pues, cuando todos los dioses estaban en su lugar, empezaron a discutir la creación del Quinto Sol.
Pero para realizar la hazaña, uno de ellos tenía que arrojarse a la hoguera divina. Todos se quedaron callados y tiempo después, alguien se puso de pie. Era un ser negro, lleno de sombras, verrugas, costras y con un aspecto bastante terrorífico. Aun así, ofreció su vida para dar origen al nuevo sol.
Sin embargo, Tecuciztecatl, el señor de los caracoles, al ver que un ser tan feo se había ofrecido como sacrifico. Se puso de pie de un solo salto y se ofreció también.
Los dioses decidieron que Tecuciztecatl sería el elegido y le pidieron saltar al fuego. El arrogante dios avanzó con miedo, y cuando estaba a punto de saltar se detuvo con arrepentimiento. Los dioses indignados le dieron cuatro oportunidades más, pero el miedo lo controló de nuevo.
El origen de una nueva era
Un silencio eterno inundó el círculo, y los dioses le pidieron a Nanahuatzin, el dios feo, que ahora lo intentará él. Sin perder el tiempo, se arrancó su ropaje y dejó al descubierto su fealdad frente al fuego creador y se lanzó hacia él.
El tiempo se detuvo, la oscuridad invadió el cielo y las montañas se desplomaron. Los dioses exhaustos, esperaron la salida del nuevo sol. Al esperar varios días, el cielo empezó a teñirse de un rojo encendido y los dioses se hincaron de rodillas para ver por dónde saldría el nuevo sol. Pues sólo Quetzalcóatl lo sabía.
El sol empezó a salir, pero era tan brillante y dorado que nadie podía ver. Los dioses, al ver esto, clavaron en sus venas cuchillos de obsidiana ofreciéndole al sol su propia sangre. Ésta, se convirtió en un gran viento que sopló sobre el sol y lo levantó hacia el cielo.
Al final, el resultado de su sacrificio se convirtió en luz y calor que todos los días permanece sobre nosotros.
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