¿Sabes cuándo fue la última vez que nevó en la Ciudad de México? Si no tienes más de 50 años, lo más probable es que te hayan contado, o que quizá ni siquiera estuvieras enterado de que la capital de nuestro país vivió uno de los fenómenos más extraordinarios (y caóticos) de su historia en 1967, cuando el intenso frío de aquel año originó una nevada que desquició por completo a esta ciudad (¡Todavía más!) por días enteros ¿Sabes qué fue lo que pasó aquella vez?
Hace medio siglo, un acontecimiento insólito conmocionó a los habitantes de la Ciudad de México: como en las postales navideñas, una capa de blanca y fina nieve cubrió al otrora Distrito Federal. Y no ocupamos la palabra conmoción con ligereza, ya que la capital mexicana no había visto una nevada como la que sorprendió a sus habitantes durante la madrugada del 11 de enero desde hacía 47 años.
Era el amanecer del año 1967, víspera de los primeros juegos olímpicos de América Latina; once días se tachaban sobre el calendario cuando, proveniente del norte del país, las consecuencias de una fuerte helada que azotaba la república, traducidas en imagen, le regaló al Valle de México una escena como sacada de un ballet de Tchaikovsky: los barrios de San Ángel no podían envidiar a ninguna villa escandinava, y mucho menos un bosque de Chapultepec como el de entonces habría sido posible en palabras de los Grimm. No, no. Nada de eso era necesario. Por un día entero, la Ciudad de México fue el perfecto escenario de un ensueño invernal.
Los habitantes narran con cierto dejo de nostalgia cómo fue que la “pelusita fina como algodón” caía sobre sus cabezas como sobre las avenidas de la gran Tenochtitlan, metrópoli que lucía una canosa cabellera esa mañana del 67′, y cuya melena alborotaban los más jóvenes que ensamblaban muñecos a bufanda y con bombín sobre Fray Servando, o aquellos que recreaban batallas de la Revolución sobre el Paseo de la Reforma desde sus trincheras de nieve.
Pero pronto, el cachito de nube sobre el que brincaban cual pulgas los infantes se tornó áspero e impenetrable. Fue entonces que comenzaron los problemas: las sirenas de bomberos y ambulancias que no pueden sino anunciar las malas nuevas, los casos de hipotermia que se disparaban de forma preocupante, el constante ir y venir de carros militares cargados de café y calor humano para los más necesitados, y uno que otro reporte alarmante sobre el metro de nieve que mantenía cautivas a algunas comunidades aledañas al volcán Ajusco.
De salir a carretera ni hablar. La México-Cuernavaca se convirtió en estacionamiento involuntario por más de medio día. Pero lo peor vino cuando al norte de la capital la nieve provocó que el Río de los Remedios rebasara el límite de su cauce y con ello su desborde.
Hay quienes se acuerdan y aseguran que no fue tan feo como lo pintan. Otros, afirman que fue todavía peor. Lo más probable es que vivían en zona distintas de la capital y no fueron testigos de una u otra cosa. A lo mejor mientras uno dibujaba el Ángel de la Independencia con su cuerpo sobre la nieve de Reforma, otro luchaba por contener el deshielo que mantuvo aislada Ciudad Nezahualcóyotl durante los días posteriores, y otro más brigadeaba para sacar unos centavos con la remoción de nieve.
50 años después, quizá no sea tan descabellada la idea de una nueva nevada… de lo que no estamos seguros, es sí la Ciudad de México está mejor preparada que en aquél entonces para hacer frente a un fenómeno de tal magnitud.