Hace 60 mil años, en el golfo de México había un bosque de cipreses porque era tierra firme. Esto se desconoció por mucho tiempo, pero en 2004, con el huracán Ivan, se descubrieron los restos del bosque sumergido. Ahora es un laboratorio muy interesante para el mundo farmacológico.
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Bosque sumergido desde hace miles de años
En el Golfo de México existió un bosque de cipreses que quedó bajo el agua con el tiempo. Sin embargo, a miles de años de distancia y con la fuerza del huracán Iván fue posible descubrirlo.
Pero fue en el diciembre pasado cuando unos buzos estadounidenses extrajeron troncos no fosilizados en las costas de Alabama. Y es que, pesar de que los árboles están muertos, se conservó su madera. Esto fue posible por la falta de oxígeno y a que se formaron varias capas de arena.
Al estudiar los troncos, los investigadores descubrieron que poseen una gran cantidad de bacterias y moluscos bivalvos conocidos como “bromas”. Por esta razón, los científicos dedicados a la farmacología pusieron su interés en este bosque sumergido.
Microorganismos del mundo farmacológico
Así, científicos de la Universidad de Northeastern y Utah empezaron a hacer una investigación más profunda. Al mismo tiempo, se encargan de catalogar todos los microorganismos que encuentran.
Hasta ahora, más o menos llevan 100 bacterias y 300 especies identificadas. Uno de ellos es un gusano de madera que llama la atención porque puede ayudar a descubrir nuevos antibióticos.
Estos organismos se formaron tras quedar sumergidos. De modo que, establecieron relaciones simbióticas y su alimento eran los árboles del bosque. Dichas condiciones crearon el ambiente ideal para los microbios y esa es la importancia de este laboratorio natural.
Una de las razones de esta búsqueda, es que los farmacólogos encontraron un antibiótico en las bacterias que coexisten con las bromas. Según los investigadores, los fármacos que se producen a partir de microbios simbióticos son menos tóxicos. Por otro lado, aseguran que, en general, este tipo de compuestos farmacológicos tienen potencial para el tratamiento de infecciones parasitarias.
Por eso, los científicos estudian el ADN de los microrganismos y ocupan algunos para el cultivo experimental.