Por Mariángel Calderón
Durante años, la Plaza Garibaldi ha sido testigo del andar de mariachis que ofrecen sus servicios por canción o por hora, aloja el Museo del Tequila y el Mezcal, y guarda el secreto de quienes van a robar canciones y a soltar el cuerpo en el salón de baile Tropicana, más aún cuando el pretexto son las fiestas patrias.
La Plaza Garibaldi fue en sus inicios un barrio prehispánico llamado Texcatzoncatl, pero luego de la Independencia de México se le conoció como la Plazuela de Jardín, donde se realizaban vendimias, para luego transformarse en la Plaza del Baratillo.
Como parte de las celebraciones del centenario de la Independencia, fue en 1921 cuando se le otorgó el nombre que hoy lleva.
Rodeada por las calles de Allende, República de Perú y República de Ecuador, en la colonia Guerrero, la plaza concentra cuatro elementos considerados como patrimonio inmaterial de la humanidad: el Centro Histórico de la Ciudad de México, la gastronomía mexicana, el tequila y el mariachi.
Así, el mercado de San Camilito, inaugurado en 1957, abre sus puertas para los primeros comensales desde el mediodía y ofrece a los paladares aventureros antojitos mexicanos, pozole, birria y mariscos a un costo promedio de 100 pesos por persona.
A un costado, el mercado de artesanías ofrece desde las 11 de la mañana y hasta las dos de la tarde zarapes y sombreros para los turistas que quieren llevarse un pedazo de México.
Otra opción de comida y bebida es el Tenampa, que con 92 años de existencia a un costado de la Plaza Garibaldi, ha visto desfilar entre sus mesas a José Alfredo Jiménez y a Chavela Vargas, y a un sinfín de personas que expresan con orgullo “me sacaron del Tenampa”.
Para hacer digestión y restablecer el equilibrio está el Museo del Tequila y el Mezcal, donde es posible conocer los diferentes procesos de destilación del agave, la historia del mariachi y de la plaza, o bien, continuar la fiesta en su terraza y cantina; la entrada a la galería es de domingo a miércoles de las 11:00 a las 22:00 horas, mientras que de jueves a sábado cierran hasta la medianoche.
Para mover el cuerpo y entregarse a los placeres de la salsa y la música en vivo el Salón Tropicana, conocido como la catedral de la salsa y la rumba, abre sus puertas todos los días de la semana, aunque viernes y sábados, hombres y mujeres olvidan sus edades y códigos postales para sacarle brillo a la pista que luce una decoración muy semejante a los antiguos salones de baile cubanos.
Para tomar el fresco, disfrutar de la música y continuar con la celebración, la Plaza Garibaldi cuenta con un buen números de agrupaciones de mariachi y de música norteña a quienes se les puede contratar por canción o por periodo de tiempo. Es común que algunos colados incurran en la vieja práctica de “robar canciones”, es decir, escuchar sin pagar.
Mario H, con su impecable traje negro adornado con piezas metálicas doradas en los costados, cuenta que lleva 50 años en la plaza y añora esos tiempos en que familias enteras acudían a celebrar el Día de la Madre, las fiestas patrias o algún cumpleaños; hoy, lamenta, hay una menor afluencia.
Lo anterior lo atribuye al alzas en los precios y al desarrollo tecnológico, así como a la pérdida de las tradiciones; “desgraciadamente la música en vivo ya no es un artículo de primera necesidad, además hoy muchos vienen por música que graban con el celular y mandan las canciones por un mensaje”, expresó el músico.