Las tradiciones del Día de Muertos tienen sus propias leyendas, y algunas de ellas explican las costumbres de cada región, como la de los Caballitos de Cuanajo, Michoacán
Cada estado de la República tiene sus propias costumbres e historias sobre el día de Muertos. Aunque todas giran alrededor de lo mismo – la visita de los difuntos al que fue su hogar – no en todos lados se planean los mismos detalles. En algunos sitios la ofrenda se pone en el panteón, y en otros, los elementos varían. En el caso de esta leyenda, la diferencia es un objeto muy específico: los caballitos.
Existía una familia en el pueblo de Cuanajo conformada por un matrimonio y su pequeña hija. Cuando ella falleció repentinamente, ambos se sintieron desolados. De hecho, al aproximarse el Día de Muertos, la mujer le dijo al hombre que necesitaban preparar los tamales para quienes llevaran los caballitos. Sin embargo, el hombre salió a buscar leña y quiso pasar el tiempo lejos, pues aún se sentía muy triste y no quería ver a nadie.
Segpun la leyenda, el hombre se portó esquivo, hasta que, el día exacto volvió a salir por leña. Una vez fuera, una rama se atoró en su ropa y no podía liberarse. Por ello, decidió esperar a que alguien pasara para que lo soltara de las ramas.
Al poco rato, después del atardecer, empezó a escuchar voces, pasos y hasta música. Pero por más que gritó, nadie acudió a su auxilio. Cansado de esforzarse, empezó a observar, y notó que algunos de los que pasaban ya iban de regreso. Llevaban comida en las manos, y los caballitos con fruta o flores. Al poco rato, los últimos del grupo comenzaron a pasar, recogiendo lo que se le había caído a los que pasaron primero. Llevaban las manos vacías, y lloraban amargamente. Entre ellos, el hombre reconoció a su hija.
Desde entonces, el arrepentido hombre se aseguraba cada año de que su ofrenda estuviera bien provista. No sólo los caballitos, sino comida, flores y golosinas para su querida hija.