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49 años de nuestro querido metro, y los que faltan

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A veces por su culpa llegamos tarde, otras, es más rápido que Flash. Los transbordes son un laberinto si no eres un experto. Y si vas distraído, seguro has terminado una estación después. Viajar en metro es una experiencia que une a todas las personas de la ciudad. Quienes viven aquí y quienes vienen de visita. No importa lo que hagas, si estudias, trabajas o vas de paseo, una vez dentro perteneces a una comunidad. ¿Quién no ha sentido ese mini infarto cuando frena de repente y apenas puedes agarrarte? ¿O ha sido capaz de recuperar el sueño perdido cuando encuentra lugar? Lo odiamos cuando viene llenísimo y el mar de gente te arrastra de un lado a otro. Sin embargo, la emoción que sentimos cuando está vacío, es incomparable. Puedes escoger e invadir lugares sin ningún problema.

Por más que nos quejemos y nos estrese la gente, el ruido o los vendedores ambulantes, siempre regresamos. El metro es nuestra relación tóxica. Le soportamos todo, escaleras desgastadas, retrasos, falta de ventilación (en algunos casos), inundaciones en las estaciones. A pesar de todo ahí estamos. Hasta nos compramos una nueva tarjeta, porque el diseño es más bonito. Y nos amontonamos en la entrada con la esperanza de agarrar un lugar.

La primera vez de muchas personas en el metro fue aterradora. Tanta gente de un lado a otro, caminar sin estar seguro a dónde vas. Meterte en esa lata de sardinas que se convierte el vagón. Tu espacio personal deja de existir. Ahora eres una masa.  Suena a pesadilla ¿no? Uy, pero ya después de años como viajero hasta agarras maña. Sabes acomodarte mejor que un contorsionista. Tu mochila acá, volteado de este lado, pero los pies firmes, agarrando el tubo con tres dedos.

Pero no todo es malo, siempre hay una sorpresa. Presentaciones musicales, cuenta cuentos, si hay eventos en la ciudad te puedes encontrar gente disfrazada. Además, es un lugar muy versátil. Se vuelve biblioteca para los estudiantes y dormitorio para aquellos trabajadores cansados. En las estaciones hay tanta comida que parece buffet. Palomitas, pastes, pizza. Y que hay de las exposiciones temporales, las maquetas y zonas arqueológicas.

Foto: Vice

El metro es más que un transporte, es cultura. ¡Felices 49!