Con el paso del tiempo, han desaparecido
Hoy en día el progreso y las nuevas tecnologías, han provocado que una gran cantidad de oficios tradicionales habituales en la época de nuestros abuelos hayan desaparecido.
Afilador
Aunque hoy en día suelen existir aún personas dedicadas a este oficio, los afiladores han desaparecido poco a poco.
El afilador también llamado amolador, era un comerciante ambulante que ofrecía sus servicios para afilar cuchillos, tijeras y otros instrumentos de corte.
Los afiladores recorrían la ciudad a bordo de sus bicicletas las cuales servían como su taller andante.

A diferencia de otras bicicletas, la del afilador tiene una estructura metálica desmontable que eleva la llanta trasera y esto provoca que la bicicleta permanezca en un mismo lugar cuando se pedalea.
Gracias el pedaleo estático, la llanta activa un sistema de engranajes que hace girar un torno con la piedra o el esmeril que afila.
Sin embargo, una de las características principales del afilador en el sonido con el que anunciaba su llegada.
Pues se trataba de una flauta pastoril con la que hacía un peculiar sonido.
Lechero
En el siglo XX, el oficio de lechero fue muy prominente en la Ciudad de México.

A bordo de una bicicleta o de un caballo, el trabajador se paseaba por las calles para ofrecer esta bebida.
Los consumidores entregaban envases de vidrio para recibir un producto de calidad que siempre se garantizaba llegaba fresco y directo de las granjas productoras
De este oficio nace la frase popular “él es hijo del lechero” debido a que, en aquella época, el lechero entraba hasta la cocina de las casas.
Con el surgimiento de empresas dedicadas a este mercado, este oficio fue desapareciendo y la clientela prefería comprar el producto en las tiendas de abarrotes.
Sereno
Este antiguo oficio surgió en España, sin embargo, llegó a México durante la época virreinal
Dicha actividad consistía en vigilar las calles, checar el alumbrado público e incluso resguardar las llaves de las casas del barrio.

Algo así como un velador, pero de más confianza
Las jornadas laborales iban de 11 de la noche a 5 de la mañana y dichos personajes también eran encargados de informar la hora y el estado del tiempo
Era común escuchar un grito de “las 12 en punto y sereno”
Con el paso del tiempo este oficio dejó de existir, sin embargo, dejo un gran legado en uno de los versos de las mañanitas:
“Si el sereno de la esquina me quisiera hacer favor de apagar su linternita mientras que pasa mi amor”