Por Maurizio Guerrero. Corresponsal
Las políticas migratorias del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump comienzan a tener efectos en la economía y la educación de los mexicanos más vulnerables en Estados Unidos, así como en su ánimo y sus relaciones personales.
Debido al miedo creado por las políticas de Trump, los mexicanos en Estados Unidos alteraron su vida diaria para minimizar la posibilidad de ser arrestados y deportados a México pese a vivir en territorio estadounidense la mayor parte de sus vidas.
Muchos simplemente abandonaron sus trabajos por considerar que se encuentran demasiado expuestos en tanto que otros dejaron de asistir a clases para adultos para evitar congregarse con otros inmigrantes y ser presa fácil de autoridades migratorias.
La religiosa Julia Suárez, quien dirige el Centro Comunitario Saint Jerome Hands, ubicado en el sur del condado del Bronx, una de las zonas menos favorecidas económicamente de Nueva York, destacó las transformaciones entre los mexicanos desde el arribo de Trump a la presidencia.
“Hablando con las hermanas de mi comunidad, les he dicho: ¿ustedes no han notado que los paisanos que ponían su puesto de tamales ya no están o la que ponía los churritos o la fruta ya no están?. Comentábamos que eso puede afectar económicamente sus necesidades”, expresó.
En entrevista, Suárez indicó que varios alumnos expresaron su temor de asistir a los cursos de inglés y computación, así como a las clases de primaria y secundaria para adultos, que imparte el Centro Comunitario Saint Jerome Hands.
“Con esta preocupación se muestran atemorizados y piensan que a lo mejor no es conveniente venir a clases. Están considerando dejar la escuela para de esa manera cubrirse”, aseveró Suárez.
Los cambios entre la comunidad suceden luego de que el gobierno federal emitiera lineamientos que establecen que prácticamente todos los inmigrantes indocumentados que radican en Estados Unidos constituyen una prioridad de deportación.
Los lineamientos son un dramático cambio respecto de las políticas del expresidente Barack Obama, quien ubicaba como prioridades de deportación sólo a aquellos inmigrantes indocumentados que hubieran cometido un crimen de gravedad.
Bajo las nuevas políticas, las autoridades migratorias de Estados Unidos redoblaron el número de operativos realizados para detener y arrestar a inmigrantes indocumentados.
Asimismo, la confusión sobre la aplicación de las políticas generó una serie de rumores que aumentó la preocupación entre los migrantes, además generó un ambiente de “pánico” de acuerdo con organismos gubernamentales.
Martina Cantia, quien hace más de dos décadas emigró a Nueva York del estado de Guerrero y solía vender flores en la vía pública, prefiere ahora recolectar latas y botellas de plástico de la basura a fin de reciclarlas, lo que apenas alcanza para “comprar tortillas” para sus tres hijos.
“Yo deje de vender para no tener problemas con la migración, para que no me vayan a agarrar un día y dejar a mis hijos solos. Por eso renuncié al trabajo y ahorita no estoy trabajando. Trabaja sólo mi esposo”, explicó.
Cantia, quien fue víctima de violencia doméstica, aseguró que las nuevas políticas migratorias de Trump generaron desconfianza en la policía local, con quienes ya no acudiría a denunciar un crimen.
“Es como entrar en un callejón sin salida, porque ahora si te pegan en la calle ya no se puede denunciar eso. Ya mejor no salir, no buscar problemas y quedarse tranquilo en casa, encerrado, aunque también cuando uno se encierra la presión viene”, precisó Cantia.
Expertos señalaron que uno de los efectos de las políticas migratorias de Trump es que enviará a la población indocumentada a existir más profundamente en “las sombras”, al margen de la economía formal, con menores recursos y menos posibilidad de acceder a la educación y a la justicia.
Jorge Velázquez, quien emigró a Nueva York del estado de México hace 21 años, sostuvo que usa su auto lo menos posible debido a que no cuenta con licencia de manejo, lo que probablemente le costaría la deportación en caso de ser detenido.
La situación afectó la relación con sus hijos, con quienes solía pasear los fines de semana, así como en su trabajo. La tensión lo ha hecho considerar regresar a México.
“Siento que nos está empezando a afectar poco a poco. A la hora de hacer cuentas económicamente ya no estamos bien y no nos va a quedar de otra que ver qué podemos hacer. Y en mi caso es regresar a México”, aseveró Velázquez.
Por su parte, Hortensia Aguilar Sánchez, quien emigró desde hace más de 15 años de la ciudad de Puebla a Nueva York y labora como voluntaria en el Centro Comunitario Saint Jerome Hands, reveló que ha visto como esta tensión entre los inmigrantes mexicanos afecta a los niños.
“Psicológicamente son muchos los problemas que te afectan si tienes familia, si tienes hijos. Principalmente si los dos padres son inmigrantes y si los hijos son nacidos aquí, eso preocupa”, afirmó.
Para la guerrerense Cantia, la nueva situación significa una vida con poco descanso y preocupaciones multiplicadas, aunque para ella volver a México no es una alternativa. Sus hijos, puntualizó, son ciudadanos estadounidenses sin ninguna raíz en México.
“Estoy despierta todas las noches hasta las tres, cuatro de la mañana. Me duermo hasta las cinco o seis que llega mi esposo, que trabaja de noche. Ese es mi miedo: ¿qué tal si le pasa algo en su trabajo?”, apuntó Cantia.