Época de grandes héroes y hazañas memorables, la Revolución Mexicana también es cuna de misterios: leyendas sobre tesoros ocultos de los “ricachones” que no querían perderlo todo a manos de los revolucionarios, y revolucionarios que enterraban su botín en “sabrá Dios dónde”; bandidos que asolaban los viejos caminos de tierra, magia negra y supersticiones, son sólo algunos de los rumores que viajaban en ferrocarril, que se contaban en los campamentos de Villa y Zapata frente a las fogatas y que, con el paso del tiempo, se convirtieron en leyenda ¿Sabes cuáles son?
El tesoro de Heraclio Bernal
Entre los helados bosques de Durango, se encuentra la pequeña comunidad de San Miguel de Cruces donde, según se dice, ocurre uno de los fenómenos más escalofriantes de México, y que sucede desde la época de la Revolución: los pobladores afirman que por las noches pueden verse bolas de fuego entre lo más espeso de la arboleda. Si crees que estamos hablando de las famosas “brujas”, lamentamos decepcionarte, pues en realidad los lugareños cuentan que por ahí pasaba el aún más famoso Heraclio Bernal, un héroe revolucionario que cual “Robin Hood” a la mexicana asaltaba los caminos, para luego repartir parte del botín entre los pueblos más apartados de la sierra duranguense. Pero otra parte de la fortuna era enterrada en los sitios más recónditos entre la espesura del bosque, ahí donde la gente de San Miguel de Cruces asegura que las bolas de fuego aparecen para revelar la ubicación exacta del tesoro. Cuentan que, si las llegas a ver, es mejor que ni te acerques ¡No vaya a ser Heraclio Bernal que está cuidando su botín!
El pozo de las cadenas
Si viajas a la ciudad fronteriza de Tecate, Baja California, y preguntas por “el pozo de las cadenas”, ¡Seguramente más de uno saldrá corriendo! pero habrá quien se animará a contarte que durante los primeros años de la Revolución vivía ahí un humilde campesino, quien un día recibió la visita de un grupo de viajeros que llevaban varios días caminando bajo el duro sol del desierto, y sólo pedían un poco de agua. El hombre, muy cortésmente, sacó suficiente agua del pozo y los invitó a pasar a su hogar. Al caer la noche, también les preparó una cama con lo poco que tenía. Pero durante la madrugada, un grito desgarrador interrumpió el silencio del desierto: los forajidos habían encadenado al campesino, arrojándolo al pozo después. No satisfechos, los bandidos lanzaron pesadas piedras sobre el cuerpo del hombre, sellando así su fatal destino. Si te armas de valor, puedes pasar a un lado del pozo, donde afirman que aún se escuchan los lamentos del campesino, las piedras en el fondo y las cadenas chocando entre sí ¿Te atreverías a asomarte al interior del pozo de las cadenas?
La Sampetrina
Si te quedaste picado con las viejas leyendas del norte de México, Torreón es un destino obligatorio si quieres conocer la historia de Petra Herrera, a quien los coahuilenses han llamado “La Sampetrina” ¡Y de quien cuentan que era feroz y aguerrida como solo ella! Dicen que cuando la Revolución llegó a Coahuila, Petra se unió a la contienda sirviendo como una de las famosas “Adelitas”, que acompañaban a las tropas villistas. Sin embargo, poco le duró el puesto: lo que ella en realidad quería, era combatir en el frente de batalla, como cualquier soldado. Así pues, Petra “La Sampetrina” Herrera, cargó el fusil, se colocó el sombrero y le entró a lo rudo de los combates uniformada como varón. Según dicen, en tiempos donde solo “los machos” podían hacer la guerra, lo que más le gustaba a Petra era dejar vivos a sus enemigos el tiempo suficiente para correr y revelarles que habían sido heridos por una mujer ¡Cuentan que les dolía más el orgullo que el “plomazo”!
El nahual de Cerro Grande
Los colimenses aún se estremecen cuando cuentan que, en tiempos de la Revolución, una criatura deambulaba los bosques de Cerro Grande, al este de Colima, asustando a los lugareños y a los federales que pasaban por ahí. Originalmente, habría sido un criminal de poca monta y mediana fama llamado Teodoro Alonso, a quien la tradición popular se encargó de bautizar como el “Indio Alonso”. Según dicen, lo espeluznante de este bandido es que su habilidad para desaparecer después de cometer sus crímenes, se debía a un pacto diabólico que habría hecho para conseguir la capacidad de transformarse en animal, y así esconderse en lo profundo del bosque para nunca ser atrapado: era, pues, un nahual. Cuentan que cierto día, el nahual, que mantenía secuestrada a una joven, cayó enfermo. La chica consideró oportuno el momento para cortarle el cuello y huir… ¡Sería ella la encargada de difundir esta leyenda!
El tesoro revolucionario
Esta historia sin fecha y sin lugar, es quizá una de las más famosas de la Revolución. Cuentan que un hombre, tras recibir de un viejo amigo la noticia de un tesoro enterrado en una Hacienda devastada por los villistas, y que él mismo se había encargado de ocultar, le llamó a su compadre para que lo ayudara a hacerse con la fortuna. Sin embargo, el rumor se esparció como la pólvora entre los lugareños… al parecer, al compadre no se le daba muy bien eso de guardar secretos. Entonces, cuando la gran multitud se amotinó en torno al pomposo descubrimiento, cegados por su ambición, se abalanzaron sobre el hombre con asesinas intenciones, pero, según cuentan los abuelos, antes de que pudieran hacerle cualquier daño, un tremendo galopar, alaridos y tronidos de pistola se escucharon venir a toda velocidad. Al escuchar el alboroto, el gentío se echó a correr despavorido, excepto el afortunado hombre, quien despreocupado aseguró ser el dueño legítimo del tesoro, y su compadre, a quien perdonó su “lengua larga”. Poco a poco, el escándalo se fue alejando: era el alma de las tropas revolucionarias que venían a hacerle justicia. Hay quienes cuentan que hasta la tierra se cimbró cuando se oyó venir al regimiento ¿A quién más le habrá hecho “justicia” la Revolución?