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Leyenda Nayarita de la Siguanaba, mujer con cara de caballo

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México es un país lleno de animales, naturaleza y mitos y leyendas, por lo cual no es sorprendente que en una de las leyendas de Nayarit se mezclen animales con humanos y den origen a un gran mito como lo es la Siguanaba. Acá te contamos más de esta leyenda:

La leyenda

Cuenta la leyenda que… “Hace un par de décadas dos hombres que llevaban una vieja amistad y hasta se trataban de compadres, trabajaban desde muy temprano en una parcela a las afueras de Rosamorada. Como es común en este tipo de trabajos, la jornada laboral suele extenderse hasta altas horas de la noche.

Ambos al ver que la penumbra los había alcanzado, decidieron dar por concluido su día de trabajo y comenzar el camino de regreso a casa. Abordaron una camioneta y siguieron el trayecto que todos los días seguían, sin embargo uno de ellos, el que iba en el asiento del pasajero, tuvo la necesidad de ir al baño así que le pidió a su compadre que se detuviera junto a la carretera.

Esas carreteras carecen de iluminación durante las noches, sin otra más que la que proporciona la luz de la luna. Con esa luz muy tenue el hombre salió del vehículo y se alejó un poco, mientras permanecía parado orinando, su atención la capturó una escena enorme; observó que al pie de un barranco se encontraba parada una mujer dándole la espalda a él. El hombre contrario de asustarse, terminó de hacer su necesidad y comenzó a llamar a la mujer advirtiéndole del peligro por estar tan cerca del barranco pero no hubo respuesta.

Él desesperado comenzó a acercarse para rescatar a la mujer en aparente peligro. Justo en ese momento, cuando ya estaba a unos pocos metros, la mujer volteó y él horrorizado descubrió que detrás de esa figura de mujer se escondía una horrorosa y diabólica cara de caballo. No atinó a hacer otra cosa más que correr, al acercarse presuroso a su compadre que lo esperaba en la camioneta, le pidió que pusiera en marcha el vehículo y se fueran de allí. Su compadre extrañado le preguntó el motivo de la prisa pero él solo insistía en que se fueran.

Después sintiéndose a salvo y al llegar a casa, el hombre contó su experiencia y desde entonces acordaron jamás volver a detenerse en la carretera durante la noche porque puede que aún la Siguanaba siga rondando por esos lados.