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Las momias perdidas del convento Santo Domingo en la CDMX

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La momificación era un ritual que se practicaba en el antiguo Egipto con la finalidad de que creían en la vida después de la muerte y de esa forma el cuerpo era preservado. En México las momias más famosas que hemos escuchado son las de Guanajuato, aunque la creencia que se tenía de la momificación era distinta a la cultura de Egipto, la descomposición de los cuerpos podía deberse al frío o calor del ambiente.

Un cadáver que se momifica de manera natural se relaciona con el medio ambiente, en donde se generan microclimas que propician la deshidratación de los cadáveres lo que evita el proceso de putrefacción y permite la conservación de tejidos, incluidos algunos órganos internos y músculos (INAH).

Déjame contarte que en México se encontraron otros cuerpos momificados y pasó en la Ciudad de México, si quieres saber más continua leyendo, es una historia que te sorprenderá.

Las momias perdidas del convento de Santo Domingo

Sucedió en el año de 1861 un 19 de febrero, debido a las obras de reconstrucción del convento Santo Domingo. Se encontraron catorce cuerpos momificados en uno de los muros que estaban demoliendo, la sorpresa fue tal, rápidamente el rumor corrió  entre los vecinos y fueron a ver tal hecho.

Testigos describieron las caras de sufrimiento que se podía ver de los cuerpos, tras investigaciones se mencionó que estos cuerpos correspondían a prisioneros de la inquisición y fueron víctimas de castigos con la rueda, con fuego y  otros con agua, para terminar situados entre los muros para siempre.

¿Qué pasó con estas momias? La mala noticia es que fueron vendidas a un empresario circense, Bernabé de la Parra, quien se las llevó a Europa y para el año de 1895 se perdió el rastro de ellas. Tiempo después los medios informaron que volvieron a encontrarse noticias de las momias de Santo Domingo, estaban en el país de Bruselas, en una exposición titulada “Gran Panócticum de la Inquisición. Tristes restos de un pasado tenebroso”. Dichas momias ahora le pertenecían a Joseph Thunnus.