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¿Por qué Emiliano Zapata no se quiso sentar en la silla presidencial?

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“’Odio todo esto’, parece estar diciendo. ‘Todo este gentío, todo este ruido, todo este falso esplendor y, sobre todo, a este bravucón sentado en un trono que nunca debió volver a ser ocupado por nadie’. (Un año después me diría: ‘Debimos quemar ese trono cuando pudimos’)”, escribía Ricardo Flores Magón, periodista e ideólogo de la Revolución, acerca de sus impresiones sobre del encuentro entre Villa y Zapata, al preguntarse “¿en qué estaría pensando Zapata cuando los retrataron en Palacio?”.

El 6 de diciembre de 1914 Pancho Villa y Emiliano Zapata entraron triunfantes a la Ciudad de México (sin saber que celebraban una victoria que duraría apenas unos días). Entre vítores y “vivas”, festejaban la alianza del ejército villista que llegaba de una exitosa campaña en el norte de nuestro país, con el ejército zapatista, que había hecho lo suyo al sur de la capital. Con su comitiva de soldados “sombrerudos” y oficiales se dirigieron al Palacio Nacional, donde sería tomada una de las fotografías más famosas de la Revolución mexicana.

Momentos antes de ingresar al Palacio, Zapata le había pedido a su hermano Eufemio que fuera directamente hacia la silla presidencial, y que no permitiera que nadie se sentara en ella, debido a las fuertes consecuencias ideológicas y simbólicas que esto podría implicar. No es difícil imaginar el tremendo disgusto que se llevó cuando Pancho Villa se acomodó plácidamente en el trono de oro. “Deberíamos quemarlo para acabar con las ambiciones”, diría el llamado “Caudillo del sur”.

Y es que para Emiliano Zapata, la silla presidencial representaba todo aquello contra lo que la Revolución luchaba: el abuso de poder, las injusticias, la pobreza de su gente. Él no podía ocupar el puesto de quienes, desde ahí, tomaban las decisiones que tenían a su país en la miseria; le horrorizaba la simple idea de sentarse donde tantos mandatarios habían ordenado reprimir al mismo campesinado que integraba las filas zapatistas.

Emiliano Zapata y la silla presidencial

En la imagen, capturada por Agustín Casasola, vemos a un Villa sonriente, bromeando con los presentes y engalanado con su traje militar y, al lado, a un Zapata de semblante más bien reflexivo, mirando directamente a la cámara y vestido muy a lo charro mexicano. ¿Qué más podemos notar? Que Villa está ocupando el lugar principal de la escena, y ¿por qué no? de todo el país: la silla presidencial, ícono máximo del poder que se disputaba desde que México es México. “¿Y por esto nos estamos matando?” dijo Pancho Villa con la ironía que lo caracterizaba, y se sentó.

Entre otras cosas, ambos caudillos estaban de acuerdo en que ninguno se sentía capaz de gobernar a México, pero tampoco les interesaba demasiado. Villa, por su parte, estaba más entusiasmado con la idea de “darle lata a los americanos”, mientras que Zapata se contentaba con limitar la justicia revolucionaria a su natal Morelos.

Es por esta razón que la fotografía que inmortalizó el efímero encuentro entre Pancho Villa y Emiliano Zapata, también representa el sueño revolucionario que se esfumó gracias a las desilusiones de uno con respecto del otro ¡Otra cosa hubiera sido, dirían por ahí, de haber dejado la silla vacía!