Los juguetes tradicionales son una parte de nuestra cultura. Cada vez que visitamos otro estado vemos puestos llenos de juguetes en los mercados y en los parques. Canicas, baleros, trompos, pirinolas. Nos llama la atención el diseño, los colores y el detalle. A veces, incluso compramos uno, sólo por la nostalgia. Recordamos nuestra infancia, cuando la tecnología aún no era parte de nuestra vida. Cuando nos entreteníamos con algo tan sencillo como un yo-yo, un balero o una matraca.
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La matraca es toda una tradición
Nos encantaba ir de aquí para allá haciendo ruido hasta hartar a nuestros padres. Pero la culpa es de ellos. Si ya sabían cómo éramos para qué nos la dan. Era increíble la cantidad de ruido que podía hacer ese pequeño dispositivo de madera.
Pero, ¿sabías qué la matraca no es originaria de México? Sí, a pesar de que la adaptamos bastante bien en nuestra cultura no fue creada aquí. La matraca llegó a nosotros gracias a los árabes, ellos la introdujeron a España.
Su nombre viene de las palabras árabes ‘mitraqa’, que significa martillo, y ‘taraq’, que es golpear.
En algunos lugares la conocen como carraca. Antes era usada en fiestas religiosas para despertar o silenciar a las personas.
Lo mejor de la matraca es que su diseño es muy sencillo y es fácil replicarlo en distintos tamaños. Pueden ser pequeñas como de 8 centímetros, hasta de 1 metro de largo y pueden pesar hasta tres kilos. Así que cuidado, no querrás golpear a alguien.
Tal vez como juguete tradicional ya está un poquito olvidado, pero bien que lo usamos para celebrar. Cuando estamos tan contentos que el chiste es hacer ruido, las sacamos de su escondite y las agitamos lo más rápido que podemos. Más en los partidos de fútbol, cuando apoyamos a nuestro equipo con gritos, porras y aplausos. O en las fiestas patrias. Porque aunque no la hayamos creado los mexicanos, le sabemos dar un buen uso.