En los últimos meses se ha hablado mucho de la relación que tiene Andrés Manuel López Obrador con los medios de comunicación, los periodistas y con las personas que cuestionan sus decisiones o sus políticas. Parece que se está volviendo costumbre que cuando algo de lo que le preguntan u opinan no es de su agrado, lo descalifica o hace referencia a la fuerza que tiene otorgada por las urnas y lo activas que están las personas en las redes sociales.
Esas actitudes han sido tomadas, por parte importante de la opinión pública, como una seria llamada de atención. Con ello parece que se da luz verde a los ataques y hostigamientos que sufren los periodistas o medios de comunicación en las redes sociales.
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A lo largo de la corta legislatura se han presenciado varios encontronazos de este tipo. Un claro ejemplo es lo sucedido con el periódico Reforma, con los medios que considera conservadores y les llama ‘prensa fifí’, con el periodista Jorge Ramos, e incluso con Víctor Trujillo, en su papel de ‘Brozo’.
Se puede estar o no de acuerdo con las diversas polémicas que han causado estos desencuentros entre el presidente y los periodistas, sin embargo, no podemos soslayar que es deber de los medios de comunicación informar, contar lo que está haciendo el gobierno, cuestionarlo y señalar los errores.
No siempre se publica lo que se quiere, es por eso que la relación entre los gobiernos y los medios suele ser tirante. Pero es un hecho que esto es parte de la fiscalización necesaria que se debe tener para mantener informada a la sociedad.
Diálogo y debate para combatir la polarización
Desde los círculos cercanos al gobierno se tendría que hacer una seria reflexión al respecto. Esto para entender que el disentir sobre ciertas ideas o proyectos no te hacer estar en contra del gobierno. No se debería poder acudir con tanta facilidad a la descalificación, sino todo lo contrario. Se debe propiciar el diálogo y el debate, para que ambas partes puedan exponer sus ideas sin acusarse de ser ‘fifís’ o ‘chairos’, etiquetas que, por cierto, deberíamos desterrar de nuestro lenguaje.
Es verdad que, en las elecciones, el mandato de las urnas fue diáfano. Le dio una victoria abultada a López Obrador. Con este hecho, se le otorgó la confianza necesaria para obtener una mayoría que le permitiera tomar decisiones arriesgadas, con la idea de que éstas ayudarán al crecimiento del país y, sobre todo, a aquellos que más lo necesitan.
Sin embargo, esa confianza no es ciega. Cada uno de sus votantes, desde sus trincheras, tiene la obligación de ser vigilante, de fiscalizar lo que hace el gobierno. Eso no quiere decir que estén en su contra. Simplemente significa ser una sociedad alerta, la cual está preocupada por su presente, su futuro y que no permitirá más atropellos por parte de sus gobernantes. Se le brindó el apoyo que necesitaba, pero eso no representa un cheque en blanco por el cual se tuviera que aplaudir a todas y cada una de las propuestas o decisiones que lleva a cabo.
Son tiempos de cambio y aprendizaje. Se están tomando muchas decisiones que afectarán el rumbo del país y es fundamental que los periodistas sigan haciendo su trabajo, observando al gobierno y así mantener bien informada a la sociedad. Con estas herramientas, podremos ejercer un papel crítico y activo en estos nuevos tiempos.