¿Te sabes la leyenda de La Mano Peluda? Se cuenta que, a inicios del siglo pasado, en la bella ciudad de Puebla, había en cada esquina casas de empeño llamadas coloquialmente ‘montepíos’. Una de ellas era la casa de empeño llamada “Las Manos”, del Señor Villa, quien también era apodado como “Horta”.
Regordete y chaparro, el Señor Villa era odiado por ser tan avaro que se aprovechaba de la gente, dejándolos sin un peso. Con todo lo que les quitaba a los pobres, se compraba bellos y grandes anillos de oro con piedras hermosas que colocaba en sus gordos y peludos dedos.
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Un viejo muy avaro
Aunque era muy, muy, pero muy rico, nunca ayudó a nadie. ¡Ni siquiera ayudaba a su esposa a lavar los platos! Conforme pasaron los años, el señor Villa se volvió más huraño, no hablaba con nadie y cada día eras más odiado. Cuando la gente pasaba por su casa de empeño murmuraban: “¡Qué Dios te seque la mano!” Tan odiado era, que hasta su esposa se lo dijo por ser un viejo mezquino.
Un día, mientras su esposa le llevaba su desayuno a la cama, el señor Villa estaba todo frío, tieso, con la cara toda desfigurada y sus manos tan hinchadas que se le encarnaron los anillos que tenía.
En la ciudad, rápidamente se corrió el rumor y todos festejaron por la muerte de aquel avaricioso apodado “Horta”. Pensaban que todos sus problemas se habían acabado y que recuperarían lo que aquel viejo les había quitado. Pero no fue así.
Al día siguiente del entierro del Señor Villa, el periódico de la ciudad sacó una noticia que estremeció a todos. El sepulturero había visto salir de la tumba del señor Villa una mano grande, gorda y peluda con anillos de oro.
La Mano Peluda te sacará los ojos
Desde entonces, a la medianoche en el Panteón Francés, una mano empujada por un poder sombrío trepa los muros para poder llegar a las casas que están cerca.
Se mete a sus habitaciones para ahorcarlos y sacarles los ojos, cobrando venganza por aquellos que le desearon este mal. Si algún día te la encuentras, quédate quieto y espera el amanecer para que vuelva a donde pertenece…a la tumba.