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La leyenda del camote poblano, dulce típico de México

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Cuando visitas los estados de la República siempre buscas traer un souvenir para quienes no fueron contigo y traerles un poco del estado. La opción perfecta siempre son los dulces típicos de cada estado pero, ¿de dónde vienen los dulces? En Más México te contamos tres leyendas de dónde proviene y cuál es el origen del camote, dulce típico de Puebla.

El origen

Se dice que fue en el siglo XVII cuando el camote llegó a Puebla aunque este tubérculo se cultiva desde hace más de 8000 años en el continente americano. ¿De dónde se cree que proviene la receta del camote que conocemos?

La leyenda

Cuenta la leyenda que… “en un pueblo, cerca de la Ciudad de Puebla, había un convento de monjas dedicadas a la enseñanza para niños. Cierto día, uno de los niños le jugó una broma a una monja que tenía una olla al fuego. Para hacerlo, agarró un camote, lo echó a la olla, lo revolvió con azúcar y lo batió para que se formara una masa que fuera difícil de quitar a la hora de lavar. Al poco rato llegó la monja, probó la revoltura y le gustó. De esta forma se hizo el dulce de camote”.

Sin embargo, ésta no es la única leyenda, se cree también surgieron en “Oaxtepec, cuando llegó una muchacha llamada María Guadalupe, con el fin de ordenarse en el convento de Santa Clara de Jesús. Cierto día, pensó enviarle un regalo a su padre, fue a la huerta del convento, recogió algunos camotes y los coció. Los revolvió con azúcar, raspadura de limón e hirvió todo hasta formarse una masa. La retiró de la lumbre, esperó a que se enfriara e hizo con ella dos cilindros de dos centímetros de diámetro por 15 de largo. Esperó a que se secaran, los envolvió con papel y los envió a su padre, iniciándose así una gran tradición”.

La última leyenda cuenta que “todas las monjitas de la época colonial, su sustento diario provenía de las donaciones que las personas acaudaladas de la época hacían a sus conventos. Sin embargo, lo que siempre existía a la mano, por lo barato de su precio, era el camote. Así que un día, un alto ministro de la iglesia católica, estaba a punto de visitar uno de esos conventos, y una novicia tuvo la genial idea de darle literalmente al visitante “camote” como postre”.