Las leyendas coloniales de nuestro país son tantas que es imposible contarlas. Una de las más famosas es la de La Maltos, pues el lugar en el que sucedió aún existe
Las historias que se cuentan en todo México de la época colonial son generalmente aterradoras. Muchas de ellas derivan de las torturas que la Santa Inquisición imponía a todo el que pensara diferente. Y algunos sucesos fueron tan impactantes, que siguen contándose. Uno de ellos es el de La Maltos y su carruaje.
La Matos era una mujer que habitaba en lo que hoy es San Luis Potosí. Corría el rumor de que hacía brujería, Era sabido también que salía a pasear por las calles de noche, sin importar el toque de queda. Resolvía asuntos con facilidad y se encargaba de mantener las cosas como le gustaban.
La Santa Inquisición la dejó hacerlo por mucho tiempo, hasta que dos personas relacionadas con una familia poderosa perdieron la vida. Se decía que La Maltos los asesinó, aunque nunca pudo comprobarse. Por supuesto, ese hecho no fue ningún impedimento para que la Inquisición la condenara. Su destino, como el de todos los acusados de brujería, sería la hoguera.
Su ejecución se organizó en los Arcos Ipiña. Allí, antes de acercarse a la hoguera, pidió un último deseo. Esperando que más gente se congregara a verla morir, su deseo fue concedido. La Maltos entonces pidió dibujar su carruaje, que tantas noches la había llevado por los alrededores.
Tras haberlo dibujado increíblemente bien en uno de los muros de los arcos, La Maltos sonrió. Sin decir palabra, se acercó a él y simplemente se subió, tomó las riendas y se alejó al galope. Se dice que su risa aterradora asaltó por muchos años la región. Además, en más de una ocasión se ha asegurado que en esos arcos, aún hoy en día, suceden cosas paranormales.
Si te gustó esta leyenda, quizá quieras volver a leer la de la Mulata de Córdoba. Sucedida en Veracruz, en la misma época, posee ciertas similitudes.