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El mariachi, una tradición mexicana que se niega a desaparecer

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Unos muy jóvenes, otros veteranos, todos representan con orgullo esa tradición mexicana en sus impecables trajes de charro. En La Plaza Garibaldi concentra a un buen número de mariachis, que con tristeza cuentan que su trabajo dejó de ser “de primera necesidad”.

Entre todos ellos, Notimex platicó con Mario H, quien tiene 50 años de interpretar música vernácula en dicha plaza y ha sido testigo de todas sus transformaciones.

A lo largo de cinco décadas de trabajo, el alto y bigotudo mariachi vio los mejores tiempos de la plaza muchos años atrás, cuando familias enteras acudían a celebrar “hasta el paso de las moscas”; sin embargo, con el paso de los años se observó la disminución de visitantes.

“Bajó mucho el trabajo para nosotros, la música y el mariachi ya no son un artículo de primera necesidad, es un lujo que se da el que quiere y el que puede, y en la situación que estamos pasando no cualquiera puede”, puntualizó el artista popular.

Disminuyó la afluencia de las personas que visitan la plaza y aumentaron los compañeros que “torean” a los automóviles para interpretarles una canción, ellos tampoco tienen mucho trabajo, expresó.

Mario dijo que en otros tiempos las personas contrataban a menudo los servicios de los mariachis para eventos sociales o para celebrar el Día de la Madre o las fiestas patrias, pero en la actualidad, muchas personas llegan y graban las canciones con el celular y las envían por redes sociales.

“A la avenida ya no vienen carros a contratarnos porque ya todo se hace por internet o del teléfono celular; la comunicación nos superó y ya no vienen aquí a contratar, ahora con esos aparatitos uno recibe las mañanitas vía celular y así se ahorran dinero”, comentó.

Otro de los problemas es que creció la competencia con los intérpretes de banda norteña, quienes además ofrecen precios más económicos. Por ejemplo, un mariachi cobra una canción en 150 pesos, mientras que la norteña cuesta 80 pesos.

El mariachi, una tradición mexicana

Explicó que aún cuando el año pasado observó baja en la asistencia de personas, este año se recrudeció; “antes, la gente acudía a la plaza, comía y disfrutaba de la música por largos periodos, pero ya no es así”.

Con nostalgia detalló que había trabajo en todas partes, pero actualmente los equipos de sonido han sustituido a la música en vivo: “se cerraron las puertas en todos lados, a la radio ya no van mariachis a tocar, en la televisión, tampoco. Todo es por pistas, se recuerda a los grupos viejos, pero ya no hay programas de música en vivo”.

El mariachi explicó que tiene muchos compañeros con talento para interpretar música vernácula, pero se acabaron las plataformas que los daban a conocer, aunado a que muchos tienen representantes artísticos que no los apoyan y no los dejan trabajar.

“Por eso preferimos estar aquí y, aunque sea, ganar unos 10 o 20 pesitos por una canción (…)  ya no hay gente, ya la gente no tiene dinero para venir, pagar un taxi o el estacionamiento”.

A los mariachis nos tienen olvidados, dijo al recordar el día en el que les informaron que ya eran orgullo nacional, con lo que se edificó el Museo del Tequila y el Mezcal y se colocó un asta bandera que convirtió a Garibaldi en una plaza cívica.

Detalló que dicha conversión limitó la ingesta de bebidas alcohólicas y con ello la asistencia de las personas, pues les da miedo de ser interceptadas por elementos policiales.

Las ganancias por canción se dividen entre seis o siete integrantes, y a veces son muy pocas y la inversión es alta, pues tienen que ocuparse de sus instrumentos musicales y el mantenimiento de sus trajes de charro.

“Pagamos nuestras cuerdas, nuestros instrumentos, nuestros trajes, nuestras botonaduras, que se ven bonitas pero salen caras, aun sin ser de oro ni de plata; además de las rentas, el teléfono y la luz, yo también pago impuestos, directa o indirectamente los pago”, concluyó.