Cuenta la leyenda que el flechador del sol otorgó a los mixtecas el territorio donde habrían de vivir
Las leyendas prehispánicas suelen ser sobre el origen de la tierra, del ser humano o de los fenómenos naturales. Si hubo un cambio importante, seguro había una leyenda sobre ello. Pero las más populares, sin duda, eran las del origen de la humanidad y las de la interacción entre humanos y dioses. En la leyenda del flechador del sol, existe un poco de ambas cosas.
Se dice que, antes de la existencia del ser humano, había muchas más plantas y árboles. Sucedió un día que dos de ellos se enamoraron. Estos árboles habitaban en una cueva, y al poco tiempo de declararse su amor entrelazaron sus ramas. Su amor era tan fuerte, que de esta unión surgió toda una generación de hijos. Ellos fueron los primeros humanos, y con el tiempo, fueron surgiendo muchos más.
En algún punto, la cueva donde habitaban los descendientes de los árboles no tenía espacio suficiente. Por ello, uno de los hombres decidió salir a buscar nuevas tierras para asentar al naciente pueblo mixteca.
Tras una breve caminata encontró el sitio perfecto. Halló un lugar donde había árboles que daban sombra y también frutos. No les faltaría agua, y o más importante: tenía el espacio suficiente.
Sin embargo, al poco rato comenzó a sentir que los rayos del sol lastimaban su piel. Su mirada también se veía afectada por e brillo de la luz del día. Así, se dio cuenta de que esas tierras pertenecían al sol, y tendría que luchar por ellas.
Decidido, el hombre sacó su arco y se dispuso a enfrentar al sol. Tras una ardua batalla, el enorme astro cayó tras las montañas, tiñendo el cielo de rojo… El hombre había ganado.
Sin perder un instante, corrió de vuelta a la cueva e instó a su pueblo a seguirlo. Rápidamente llegaron al espacio que acababa de conquistar, e inmediatamente se pusieron a sembrar y a asentarse. Así, a la mañana siguiente, cuando el sol volvió, la tierra ya era del ser humano.
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