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Sonidos de México: vendedores ambulantes que se pierden en el tiempo

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México está lleno no solo de costumbres y colores, sino de sonidos, sonidos característicos por zona del país y por supuesto, por barrio. Hicimos una selección de los más comunes. ¡Participa! Y dinos cuál has escuchado con mayor frecuencia, o aún escuchas cuando pasa por tu casa. 

El afilador

El esperado pregón del afilador que le devolvía fuerza y esplendor a los cuchillos sin filo y a las tijeras chatas está a punto de desaparecer de nuestros oídos.

Así es como el lento rechinar de la pieza afiladora, que girando girando, le sacaba chispas a nuestra colección de instrumentos caseros cortantes a domicilio. Hasta la mera puerta del hogar llegaba la bicicleta del afilador ofreciendo sus servicios, poco a poco se fue convirtiendo en una rareza urbana, ¿quién necesita cuchillos rechinasteis como los de los carniceros, en esta época de comida para llevar? ¿Para qué afilarlos, si ya casi todo viene cortado y empaquetado?

Otro oficio tradicional que se nos escurre por los dedos. Que el dulce sonido de la flauta chifladora que anuncia el afilador de cuchillos y tijeras, siga por calles y caminos llenando nuestros oídos.

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El organillero

Aunque tiene sus días contados en el paisaje sonoro urbano, todavía es posible escuchar este nostálgico vals en plazas, parques y calles del centro histórico.

Los organilleros saben darle el ritmo de tiempo perfecto al pequeño, pero entrañable repertorio de melodías. Como las mañanitas y las golondrinas, con las que acostumbramos a despedirnos y celebrar los cumpleaños.

Parece tan fácil darle vuelta al manubrio que va soltando como aroma de flores, las notas musicales que acompañan nuestros pasos apresurados rumbo al trabajo, o el andar descansado de un paseo dominical. Este oficio en extinción tiene su chiste, si el músico ambulante gira muy despacio la manivela, el sonido se escucha distorsionado, si la apresura, se oye tartamudo.

En la imagen sonora que evoca el organillero, así como su inconfundible uniforme beige, en honor al ejercito villista, se combinan el saber y el sentimiento musical, recuerdos nostálgicos que se han despertado por décadas en la memoria sonora de los transeúntes.

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Merenguero

Dulces y vaporosos, blandos o duros… los merengues

De donde viene el término merienda, son un postre ligero, que en otras partes del mundo se disfrutaba entre la comida y la cena.

En nuestras calles, la compra de un merengue rosa o blanco daba suerte, era más emocionante echarse un volado con el merenguero, porque si el ganaba, había que comprarle dos merengues. Aunque la charola del merenguero y su mesita desplegable cada vez son más raras en el paisaje urbano, todavía podemos verlas a la salida de clases en las escuelas.

Es la golosina perfecta, ligera e inocente, calma el hambre de los escolares, y endulza el trayecto de regreso a casa. En los parques y jardines son la dulce tentación, a veces salpicada de chochitos multicolores que cuaja un sabroso paseo.

Dulce sobre dulce, como les gusta terminar a los mexicanos una comida, o de partir y compartir el tiempo libre. Sin embargo, la presencia original y artesanal del merenguero está tan amenazada como la burbuja de aire azucarada que gracias al exacto batido cristaliza el merengue.

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Camotero

¡UHM! que rico, este prolongado silbido hace agua la boca, significa: dulces y deliciosos plátanos, o camotes asados, cubiertos de azúcar, o de leche azucarada.

Su sonido característico no se escucharía tan fuerte y tan lejos sin el sistema de escape vertical de vapor que funciona como chimenea en el carrito de camotes. La escasa o aleatoria producción producción de la planta, la carestía del camote y de la leña, así como el tiempo requerido para la preparación de los dulces, amenazan con extinguir el sonido que anuncia las sabrosas golosinas.

Como otros oficios ambulantes, el carrito metálico del camotero es una unidad autosuficiente. Abajo del redondo tambor, la leña mantiene calientitos a los plátanos y a los camotes, que acomodados por precio y tamaño, se encuentran inclinados en los costados.

El cliente caprichoso, puede escoger más formas y variedades en el cajón lateral que el camotero despliega para la venta de la noche, porque es al entrar la noche, cuando el lento empujar del carrito de los camotes todavía alegra nuestras calles. Evitemos que un día enmudezca su vaporoso sonido.

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Globero

¡Qué época aquella, cuando el globero de aire inflaba a todo pulmón las burbujas de sueños que le pedía la chiquillada en plazas y jardines!

Cómo rechinaba la redonda fantasía en las manos expertas del globero y con orgullo entregaba el hilo del frágil milagro, luego, llegan los globos inflados con gas y a darle tempranito al tanque helio, para armar el flamante arcoíris.

Inflar esa ondulante flotilla de corazones, pulpos, gusanos y personajes de caricatura tiene su chiste, hay que echarles solo el gas suficiente para que los globos aguanten un par de días, pero sin que el sol los reviente. Otro secreto, es sostener bien el ramillete multicolor para no soltar una pieza por accidente y regalarle un tostón al cielo, como decían los globeros de antaño.

Como un globo silencioso que se va perdiendo en el infinito, así se apagará el sonido de este oficio que vive del viento, de estos mensajeros del cielo, porque los globos además de dar alegría a los pequeños, transportan las cartitas a los reyes magos, a Santa Clus, o para los que nos esperan arriba. 

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Toda la información de la fonotecanacional.gob.mx