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La alfarería: uno de los oficios en peligro de extinción en México

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Por Armando Pereda Maldonado

El dueño del establecimiento Alfarería López, en la ciudad de Guanajuato, Francisco Javier López, dijo que para evitar que dicha actividad en peligro de extinción se pierda, comparte sus conocimientos a las nuevas generaciones.

Explicó que imparte talleres de alfarería en un local de esta ciudad, en donde también tiene a la venta algunas piezas.

“Doy clases para que esta profesión no se pierda”, declaró el guanajuatense de 44 años en entrevista con Notimex.

Explicó que ofrece cursos cada tres días a personas que viven en esta ciudad capital, pero también a originarios de los estados de Chiapas, Querétaro y Nayarit en grupos de 10 interesados.

Esta pasión la heredó de su padre, quien a lo largo de 50 años vio crecer la tradición en la que se utiliza barro especial proveniente de la sierra de Santa Rosa, en el estado de Guanajuato.

Detalló que para crear una consistencia perfecta, mezcla barro de cuatro tipos con agua, los cuales son de colores blanco, amarillo, rojo y negro, de este último sólo coloca 20 por ciento, ya que es el más fuerte, y sirve para darle consistencia a las piezas.

Aunque su progenitor tenía cinco décadas dedicado a ese oficio, él se integró hace seis años, después de haber trabajado en otros talleres.

Actualmente lo primero que le enseña a sus alumnos es a elaborar platos, después tazas y objetos más grandes, hasta que logra en dominar la técnica por completo.

Francisco Javier López piensa que no cualquiera nació para dedicarse a la alfarería, ya que durante su jornada laboral a veces deja que la gente suba al torno, y allí, el público comprueba que no es cosa fácil.

“Es un poco difícil que saquen sus piezas al momento, hay que explicarles, y si les gusta regresan, pero si nada más lo hacen ‘al aventón’, pues ya no lo vuelven a intentar”.

“Además de pasión, se debe tener paciencia y un interés genuino, porque sólo así podrán lograr sus objetivos”, puntualizó el artesano, quien crea unas 300 figuras al día.

Detalló que los artículos que más hace son floreros, fruteros, jarras para el agua, alcancías, faroles que se utilizan para las bodas o 15 años y ollas, las más grandes generalmente se usan para tepache.

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Estas últimas son las que más éxito han tenido, pues quincenalmente exporta un promedio de tres mil 800 a la ciudad de Texas, Estados Unidos, también envía macetas, entre otras piezas.

“Cada dos semanas viene un contenedor por el pedido que previamente nos hicieron, al final nada más le ponemos el sello de ‘Hecho en México’ y se lo llevan”, explicó.

El mayor reto de esta profesión surge cuando se le quieren agregar muchos detalles a los artículos, porque perfeccionarlos lleva más tiempo de lo habitual.

Aunque la inversión de tiempo para trabajar no es tanta, sí lleva mucho trabajo hacer cada objeto; el más rápido se elabora en 30 segundos, otros en dos o seis minutos, incluso más, depende del tamaño y el modelo.

Platicó que este trabajo le da muchas satisfacciones y la ocasión para interactuar con muchas personas que admiran su esfuerzo, “tanto niños como adultos reconocen lo bonito que es el barro”.

Por eso mismo le gustaría que esta tradición continuara, dijo que recibió la invitación para ir a dar pláticas a escuelas, algo que se propone hacer este año.

“Hay que fomentar esta actividad para que a la sociedad se interese más, por ejemplo, en mi familia si yo llego a faltar, hasta ahí quedó, nadie más de mis seres queridos sabe hacer esto”, concluyó.